Capítulo 13

55 9 5
                                    

Ambos policías salen de la cabaña de la castaña con pasos pesados y una actitud poco menos que pesimista. Entonces ingresan en el vehículo de la mujer taheña, quien esta vez toma el volante. Después de lo ocurrido en la cabaña, ni por asomo piensa permitir que el escocés conduzca. Tras encender el motor y arrancar, procediendo a conducir hacia Broadchurch por la carretera que atraviesa los fiordos ingleses, el veterano hombre decide romper el silencio que se ha instalado entre ambos. Aunque lo primero que sale de sus labios es una regañina.

—Te has expuesto demasiado —mantiene la mirada al frente, en la carretera, en cuyo horizonte ya se avista el cielo casi oscuro de la noche. Está anocheciendo deprisa. Han pasado más tiempo del que esperaban conversando y discutiendo con Claire.

—Lo tenía todo controlado —asevera ella sin perder la calma, manteniendo su mirada fija en la carretera—. Estaba preparada para cualquier tipo de eventualidad que se presentase.

La tensión que, hasta unos escasos momentos no estaba ahí, se impone en el coche. Sí, es cierto que a ambos les ha dejado mal sabor de boca esa reunión con Claire, pero de empezar ahora a reprocharse el uno al otro, podrían acabar arrepintiéndose de sus palabras.

—Era más fuerte que tú —le recuerda el hombre sentado a su lado, expresando su honda preocupación por su bienestar—. Podría haberte reducido sin esfuerzo, y aun así has decidido que era buena idea enfrentarte a él...

—Alec, por si no lo recuerdas, estaba agrediéndote, y no iba a permitirlo —rebate la taheña en un tono serio, desviando momentáneamente sus ojos azules hacia su inspector, agradecida por su preocupación. El fiordo inglés, ahora casi sumido en la noche, a excepción de unos leves coletazos en el cielo llenos de un color azul y rojizo, da poco a poco paso al bello bosque que precede a la autopista—. Por fortuna, no ha habido nada que lamentar. —añade, pues sabe que, en caso de que Lee Ashworth quisiera presentar una denuncia, sus acciones se verían como un acto de defensa personal.

—Lo habría habido si te hubiera pasado algo.

—¡Por el amor de...! —tiene que morderse el labio para evitar soltarle un improperio por su obstinación. Está tentada a dar un volantazo con el coche, pero contiene su frustración—. ¡Estabas en peligro! ¿¡Qué querías que hiciera!? —cuestiona, algo exasperada, pues, aunque entiende su preocupación, no puede evitar sentirse algo insultada: no es tan débil como él cree. Ya no es una novata que necesita constantemente de su protección, aunque sea algo que añore—. ¿Pedir refuerzos? —su voz ahora roza la ironía, arqueando una de sus cejas—. Habría sido divertido explicarle a Ava Stone por qué demonios estoy ahora investigando y metiendo las narices en el caso de Sandbrook, cuando se supone que no estoy de servicio, a pesar de estar en activo —añade, desviando el coche en una de las intersecciones que llevan a la carretera que lleva a Broadchurch.

—¡Yo no era el único que estaba en peligro, Coraline! —contrataca Hardy en un tono que equipara la exasperación de ella—. En ese momento no era mi situación la que me preocupaba, ¡sino la tuya! —se expresa, elevando su tono ligeramente—. ¡No habría sabido qué hacer si por mi culpa, por arrastrarte a este maldito caso, algo te hubiera sucedido! —finalmente, al expresar de forma tan clara sus sentimientos sobre lo sucedido, la taheña se obliga a serenarse y escucharlo—. ¿Lo entiendes? No podría seguir viviendo en paz, no, siendo consciente de que te he puesto en peligro a sabiendas... —su tono baja poco a poco de volumen, habiendo admitido por primera vez, y en su presencia, una ligera parte de lo mucho que la estima y aprecia en su corazón. No podría soportar perderla. No a la mujer de la que se ha enamorado tan profundamente—. He perdido ya ha demasiada gente por Sandbrook... Y no pienso dejar que suceda nuevamente.

La joven analista del comportamiento suspira hondo, recapacitando y tomando en cuenta las palabras de su adorado inspector. Definitivamente, estaría mintiendo si dijese que esa leve confesión de su preocupación por ella no la ha emocionado. Se le encoge el corazón solo de imaginar la preocupación que ha invadido al escocés a su izquierda al contemplarla ponerse en peligro. Entiende ahora, empatizando con él, lo aterrado que estaba. Mantiene la vista al frente, y hace un esfuerzo porque las lágrimas no aparezcan en sus ojos y caigan por sus mejillas. Él tiene razón: Sandbrook ya se ha cobrado demasiadas vidas. Alec ya se ha echado a la espalda las culpas de todas ellas. No puede permitir que también cargue con la suya, en caso de que algo le sucediera.

La Verdad tras la Justicia (Broadchurch)Where stories live. Discover now