Capítulo 29

124 9 33
                                    

Las horas van pasando inexorablemente desde ese momento. Beth y sus hijas únicamente abandonan el recinto del juzgado para ir a casa, comer y ducharse. Mark, por el contrario, se niega a marcharse de allí, al menos, hasta tener alguna nueva información respecto a la deliberación del jurado. Por su parte, Tara se ha encargado de volver a casa y cocinar algo de comida, ya que empieza a conocer la dinámica que existe entre su hija y Alec, como para advertir que no van a abandonar el juzgado de momento, pues este acontecimiento es demasiado importante para ellos. Es por eso por lo que se ha encargado de llevarles algo de comida casera, para que así, puedan mantenerse fuertes. Ni que tiene que decir que el escocés de cabello castaño se lo ha agradecido enormemente, puesto que, aunque ha tomado la tila que esta mañana le ha llevado Lina, estaba empezado a encontrarse muy hambriento debido a la incertidumbre. Como todos, en realidad, aunque la mayoría de los involucrados en el caso han decidido comer en la cafetería del juzgado, incluyendo a Lucy y Olly Stevens, además de Ellie y Tom Miller. Maggie Radcliffe por su parte, ha comido en la sala privada de la defensa, junto a su novia y Ben —aunque siendo sincera, se le hace aún un tanto extraño el llamarla así, pero es algo que no deja de provocarle una gran felicidad—, habiéndoles preparado ella el almuerzo. Una vez finaliza su comida, sale de la sala, dispuesta a estirar un poco las piernas, pues estar todo el tiempo encerrada entre las cuatro paredes del juzgado es agotador. De camino a las escaleras que bajan al piso bajo, se encuentra al hijo de Lucy, tecleando furiosamente en su portátil, sentado en uno de los asientos acolchados de cuero azul marino oscuro.

—Oliver, ¿qué estás haciendo? —lo amonesta con un tono severo, arqueando una ceja.

—Estoy redactando dos versiones —responde él, y en la pantalla pueden verse dos portadas con una primera página con el rostro de Joe, y al lado de cada una de ellas, un título: «CULPABLE» dice una, mientras que la otra grita «INOCENTE».

Maggie tiene que controlarse para no soltarle una bofetada a este chaval: ¿es que este papanatas no tiene sentido de lo que es apropiado hacer en cada momento? ¿No piensa más que en sí mismo? ¿No se plantea cómo podría repercutir la decisión del jurado en su familia?

—¡No, ahora no! —le cierra la tapa del portátil en la cara para su consternación.

—¡Eh! ¿Qué estás haciendo? —se queja el joven periodista en ciernes, suspirando hastiado.

—¡Ahora no! —le recalca en un tono severo, pasando a su espalda, continuando su camino hacia el piso bajo, encontrándose a Nigel Carter, el amigo de Mark, mientras desciende los escalones—. Hola, Nige.

—Hola, Mags —la saluda él en un tono cordial—. ¿Alguna noticia?

—No, nada —responde ella con rapidez mientras niega con la cabeza—. Aún nada.

En la planta baja se encuentra la familia Latimer, quienes hacen lo posible por apoyarse en estos duros momentos, habiéndose sentado juntos en uno de los bancos del lugar. Beth tiene en brazos a la pequeña Lizzie, acunándola con cariño, mientras que Chloe acaricia la espalda de su padre en un gesto reconfortante. Cerca de ellos, apoyado en la pared de otras escaleras que conducen al primer piso, y con ello, a una pequeña terraza, se encuentra Paul Coates, el vicario, quien está tomándose una manzanilla con al fin de calmar sus nervios.

También en la planta baja, y paseando de un lugar a otro, con los brazos cruzados, se encuentra Alec Hardy. Éste no se aleja demasiado de su querida taheña de ojos azules, quien está sentada junto a su madre en otro de los bancos de madera allí dispuestos. Ambas mujeres se han tomado de la mano, y Tara hace lo posible por intentar calmar los nervios de su hija.

—No te preocupes, estrellita... Todo irá bien.

—No lo sé, mamá —niega la muchacha en un tono levemente suspicaz, debido a que las dudas y el miedo han comenzado a afectarla seriamente, pues hacer frente a la incertidumbre no es uno de sus puntos fuertes: está acostumbrada a saberlo todo y a analizarlo todo, y el no poder hacerlo en esta ocasión la trae de cabeza—. ¿Y si algo no va bien? ¿Y si el jurado cree la versión de la defensa? —supone en un tono y ademán mortificado, comenzando a sentirse ansiosa—. Todo lo que hemos hecho hasta ahora, incluyendo mi testimonio, no habrá servido para nada... —se lamenta tras suspirar pesadamente—. Tengo un terrible presentimiento —añade, pues siente de sus tuétanos cómo una sensación desagradable de desamparo la recorre como electricidad.

La Verdad tras la Justicia (Broadchurch)Where stories live. Discover now