Capítulo 27

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El miércoles, 29 de mayo, anuncia su llegada con un cielo plagado de oscuras nubes que auguran una copiosa lluvia. En casa de los Latimer reina un tenso silencio entre los dos cónyuges, quienes, desde el día anterior, no han intercambiado ni media palabra. En esta ocasión, sin embargo, Beth decide romper el silencio, habiéndose vestido de negro para la ocasión, con una camisa de manga larga, un pantalón y una chaqueta, además de botas. Su marido, por el contrario, se ha vestido con un traje gris, con una camisa blanca y una corbata azul celeste, además de con zapatos de vestir negros. Está observando el exterior a través de la ventana del patio trasero.

—Date prisa: último día de testimonios —lo apura su mujer en un tono apremiante, tomando las llaves de la casa en su mano derecha, con Chloe saliendo antes que ella de la casa, con Lizzie en brazos, dispuesta a montarla en su sillita de bebé en el coche.

—¿Debería irme de casa? —cuestiona Mark de pronto, sin girarse hacia ella. Su voz está pagada de remordimiento, pena y desazón, tanto que Beth casi no puede soportarlo, pero se obliga a mantenerse serena.

—¿Vas a hacerlo? —cuestiona, preocupada por su bienestar—. ¿A dónde irías?

—No lo sé —Mark se gira hacia su esposa finalmente, mirándola a los ojos.

—No te dije que te fueras, Mark —recalca la matriarca de la familia en un tono suave, pues ella, a pesar de lo que le dijera ayer, no quiere ver cómo su matrimonio se rompe en pedazos a no ser que no haya otra opción—. Te dije que tenías que cambiar.

—¿Y si no puedo? —cuestiona él con las manos en los bolsillos, como si esperase que ella le diera una respuesta, que ella lo guiase.

—Deja de pensar en la vida como algo que nos ocurre —lo amonesta firmemente: ella no tiene las respuestas, ni sabe nada de lo que les deparará el futuro, pero lo que importa es el ahora. Quiere hacérselo ver—. Lo que hacemos ahora, eso es lo que somos.

—Dijiste que no me necesitabas.

—Dije que podía estar sola si tengo que hacerlo —lo corrige nuevamente ella—. Decide si te importamos lo suficiente como para que cambies —asevera, antes de encaminarse al exterior de la vivienda, hacia el coche familiar, donde sus hijas ya los están esperando.

Mark sale de la casa a los pocos segundos, siguiendo a su mujer con una nueva determinación en la mirada. Se monta en el vehículo familiar, en el asiento del conductor, antes de arrancar el motor, comenzando a conducir hacia el juzgado. Transcurridos varios minutos, casi una hora, la familia Latimer llega al juzgado de s Wessex aproximadamente a las 08:30h, a media hora de que empiece esta última sesión del juicio contra Joe Miller.

Chloe, quien lleva en brazos a Lizzie, sale del coche la primera, habiéndole abierto la puerta su padre para que pueda apearse del vehículo sin mayores dificultades. Por su parte, Beth sale del vehículo y rápidamente abraza protectoramente a su prole, pues a lo lejos ya puede ver la oleada de chupópteros, también llamados periodistas, que rondan por la puerta principal. Mark, tras bloquear el coche, rodea a su mujer y su hija mayor con el brazo izquierdo, para sí, aislarlas todo o posible de los flashes de las cámaras, así como de las preguntas intrusivas por parte de los periodistas.


Los asistentes al juicio entran a la sala número uno del juzgado de Wessex. Los Latimer se sientan juntos en el palco que queda a la derecha de la puerta de entrada. Junto a ellos, se sienta Nigel Carter. En el palco frente a la puerta, a la derecha de la jaula de cristal en la que se encuentra Joe Miller, se sientan, en el estrado de los testigos, Becca Fisher y su pareja, el reverendo Paul Coates. Tras ellos, por orden, se sientan Lucy Stevens, Ellie y su hijo, Tom, quién automáticamente sujeta la mano derecha a su madre, dando una desafiante mirada hacia su padre, quien los observa con consternación tras la pared de cristal. Al lado izquierdo de la antigua sargento de policía hay un hueco vacío en el que debía sentarse la Sargento Coraline Harper, pero desgraciadamente, la taheña ha decidido no presentarse en esta sesión del juicio, para así, quedarse esta mañana junto al inspector de cabello lacio. Como ella misma ha aseverado cuando Ellie la ha llamado para preguntarle la razón de su ausencia: «No me fío de que no haga una locura en mi ausencia teniendo en cuenta lo que pasó ayer, como ya te comenté. Es testarudo, y no hace caso a los consejos de los médicos, como sabemos ambas. Además, quiero quedarme para comprobar su estado, y asegurarme de que se toma las pastillas». Esto ha provocado que, al otro lado de la línea, Alec Hardy proteste, indicando que puede cuidarse solo, que no es un cabezota, y que, a pesar de agradecer su ayuda, no tiene que ser su enfermera. La castaña de cabello rizado, vestida con su habitual atuendo de sargento, ha sonreído con deleite y divertimento ante el posterior intercambio de palabras entre sus amigos, con la taheña amonestando al escocés con suavidad, y con el escocés amonestándola a ella cariñosamente. Tras despedirse, ha colgado la llamada. Incluso ahora, sentada en la sala del tribunal, recordar esa llamada la hace sonreír con ternura y diversión.

La Verdad tras la Justicia (Broadchurch)Where stories live. Discover now