Capítulo 19

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Ya llevan viajando en coche durante cerca de tres horas. Ellie ha decidido dejar que Coraline tome el relevo al volante, por lo que ahora mismo, la castaña está sentada en la parte trasera de su coche, descansando un poco los brazos. La joven de veintinueve años conduce con calma, con su vista fija en la carretera. Por un momento desvía la mirada al espejo retrovisor, comprobando cómo un coche se le acerca ligeramente, por lo que, para quitárselo de encima, adelanta al coche que tiene delante. Continúa conduciendo con suavidad, sintiéndose cómoda con el ligero silencio que se ha formado en el interior del vehículo. Sin embargo, Alec no paree estar demasiado cómodo, como ella bien advierte, y lo ve tocar el botón de la radio por la periferia de su visión: está intentando encontrar una emisora interesante que llene el silencio.

—Tendríais que veros —comenta de pronto la agente de cabello rizado desde la parte trasera—: parecéis Thelma y Louise —advierte, resistiéndose las ganas de carcajearse ante esa perspectiva—. Usted podría ser Susan Sarandon —añade, posando sus ojos en su jefe, quien le da una breve mirada molesta por el espejo retrovisor interior—. ¿Puede dejar la radio? —le pide tras unos segundos, escuchando cómo el escocés sigue cambiando de emisora—. Si no encuentra ninguna emisora que le guste, apáguela —le indica, y Hardy hace lo que le ha pedido, apagando la radio a los pocos segundos.

La sargento taheña no puede evitar que una breve sonrisa aparezca en sus labios ante aquellas palabras por parte de su buena amiga. Es divertido el contemplar cómo se han invertido las tornas en este instante, con Ellie dándole órdenes a su inspector, y con Alec acatándolas en silencio. Decide romper el silencio que se ha instalado entre ellos por su cuenta. Desvía su mirada celeste hacia el hombre que ama, antes de hablar con calma.

—Dado que no vamos a escuchar la radio, ¿por qué no nos cuenta su teoría? —retoma el trato formal a pesar de que están en presencia de Ellie—. Con todo lo que sabe, ¿qué cree que pasó en Sandbrook? —indaga con un tono claramente intrigado, pues Alec no ha revelado demasiado sobre su implicación en el caso.

—Alguien entró en la casa de los Gillespie, secuestró a las chicas, y se deshizo de los cuerpos —el escocés de delgada complexión apenas tarda demasiado en responder a la pregunta de su protegida, comenzando a explicar sus hipótesis acerca del caso de Sandbrook.

Nuevamente, Ellie agradece la presencia de Cora en su dinámica de equipo: Hardy parece dispuesto a responder a cada pregunta de la joven sin apenas insistirle demasiado. Puede que no lo admita, pero la pelirroja es su talón de Aquiles, y viceversa. Decide meter baza en la conversación, ahora que la mentalista ha allanado el camino.

—¿Por qué Lee Ashworth?

—Ricky y Cate Gillespie dijeron que Pippa solía ir a la casa de al lado a ver a Lee —responde Alec, desviando sus ojos castaños hacia la ventana, contemplando los campos que están atravesando, así como los espantapájaros.

—Si Ashworth estuvo en su casa, a la fuerza, debían haber encontrado pruebas forenses.

—Lo hicimos, Harper —responde el hombre de cabello lacio, asintiendo ante las palabras de su compañera y protegida. Como siempre, su avispada mente conecta los hechos sin tener que darle demasiadas explicaciones—. Su ADN estaba por todas partes —añade, antes de girar su rostro para observarla—. Encontraron un mechón de su pelo en la almohada de Pippa.

—¿Cuál fue su argumento? —cuestiona Ellie, habiéndose cruzado de brazos.

—Que había estado allí muchas veces, y es cierto, pero... —el veterano agente de policía hace una pausa significativa—. No supo explicar cómo llegó su pelo a la almohada —añade en un tono sereno, antes de suspirar, recordando perfectamente los días en los que tuvo que ocuparse de los interrogatorios—. En un momento dado, dijo que lo pusieron allí para incriminarlo.

La Verdad tras la Justicia (Broadchurch)Where stories live. Discover now