Capítulo 12

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Entretanto, en la cocina, Alec deposita la navaja multiusos de Lee Ashworth sobre la encimera de madera, cerca del fregadero. Ha cerrado la puerta de la estancia para evitar que sus invitados escuchen su conversación con Miller y Harper. La muchacha pelirroja está de pie, apoyada contra dicha encimera de madera, cruzada de brazos, con la cabeza ladeada, escuchando su charla con Ellie gracias a su buen sentido del oído.

Hay algo en esta situación que no acaba de gustarle a la muchacha de veintinueve años, y sabe que pocas veces se equivoca su instinto.

—Estoy en posición —le informa Miller a su jefe, manteniéndose en el exterior de la casa, cerca de la entrada y de su coche—. Fuera —clarifica por si acaso no la ha podido escuchar bien, pues la cobertura de ese barrio, y en especial de su casa, suele ser bastante horrible.

Alec se despoja de su abrigo, pues en la casa hace el suficiente calor como para no necesitarlo. En cuanto se dispone a dejarlo sobre la mesa, nota que su subordinada lo toma en sus manos, dejándolo colgado suavemente del respaldo de una de las sillas de la cocina. Una vez lo hace, él le dedica una breve sonrisa agradecida.

—¿Seguro que está a salvo? —cuestiona Ellie al otro lado de la línea telefónica.

—Claro —afirma el inspector en un tono factual, casi indiferente—: lo estoy grabando todo —asevera, y ve cómo casi al momento, Lina empieza a agitar su mano derecha como si se hubiera quemado, en un gesto claro de que a la castaña de cabello rizado no le va a hacer ni pizca de gracia.

—¿Qué? ¿¡Cómo!? —Ellie está completamente sorprendida y consternada a partes iguales, pues no era consciente de que este fuera el plan de Hardy desde un principio.

Le había prometido a Claire, bueno, ella y Cora se lo habían prometido, que estaría a salvo. A saber, cómo se va a tomar este abuso de confianza si alguna vez llega a enterarse de esta trampa.

—Cámaras —responde Alec finalmente casi en un susurro, como si tuviese miedo de que Claire y Lee pudieran escucharlo. Mira a sus costados, como si estuviera esperando encontrarse a alguno de ellos allí, espiándolos. Por fortuna, no es así. La única presente en esa estancia, con él, es su apreciada Coraline.

—¿¡En mi casa!? ¿¡Eso es legal!? —se exaspera la mujer de piel clara y ojos castaños, claramente descolocada y enfadada porque su jefe se haya aprovechado de su ingenuidad y amabilidad. ¡Dios! Con que gusto le propinaría ahora una patada en el trasero—. ¡Espero que Cora le haya indicado que es una pésima idea! —exclama, y la aludida sonríe momentáneamente al escuchar su evidente frustración—. ¿Por qué no me lo ha dicho antes? —consigue calmarse mediante hondas respiraciones—. Debería haberlo hecho, señor.

—Ya te he dicho que no le iba a gustar... —masculla Coraline por lo bajo, rodando los ojos.

—Se lo digo ahora —el escocés ignora el comentario de su subordinada. Parece igual de exasperado que Ellie, pues esta situación tampoco es de su agrado—. No pienso dejarla sola ahí dentro —asevera, dejando constancia de su preocupación por el bienestar de Claire, aunque solo esté motivada por el hecho de que ella es su principal baza para conseguir pruebas que relacionen a Lee con el caso de Sandbrook.


La que antaño fuera una sargento de policía, está a punto de apostillar algo ante la contestación tan típicamente hosca de su compañero de trabajo, cuando es interrumpida. Por la periferia de su visión contempla como alguien se le acerca caminando por la calle, pero no es hasta el instante en el que escucha la voz de Beth, que finalmente se gira para observarla, con su rostro expresando el más vivo horror. Es la última persona que esperaba ver ese mediodía.

La Verdad tras la Justicia (Broadchurch)Where stories live. Discover now