Capítulo 31

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A las 17:55h, muy cerca ya de las seis de la tarde, en el pasillo de las salas de detención, Coraline, Ellie y Alec esperan noticias de Tess, a quien la primera ha llamado para pedirle que saque una fotografía del suelo de la casa que les alquilaron los Gillespie al matrimonio Ashworth. El inspector de cabello lacio ya le ha devuelto las llaves del coche a su propietaria con un agradecimiento claro por habérselo prestado, pues sin él, probablemente no había podido detener tan velozmente a Ashworth, a quien tienen ahora bajo custodia, esperando a ser interrogado en otra de las salas de interrogatorio.

—¿Era esto lo que querías, Cora? —cuestiona la subinspectora de cabello moreno y ojos verdes, quien acaba de llegar a la comisaría tras recibir en el fax del hotel aquello que la joven sargento le ha pedido hace un rato. Ésta le sonríe agradecida, tomando el papel en sus manos.

—¡Qué rápida! —se sorprende gratamente la muchacha pelirroja.

—Soy muy buena —dice la exmujer de Hardy, sonriéndole cordialmente—. Igual que tú.

—Sí, mirad —explica la muchacha taheña, con los demás agentes agolpándose a su alrededor para ver el papel y los demás archivos que tiene en sus manos, en una carpeta—. Si comparamos estas dos cosas, hacen que estos dos recibos de aquí cobren sentido, ¿no os parece? —cuestiona con un tono que raya la satisfacción, aunque en su mayoría se debe al trabajo bien hecho por su parte—. Sabía que había algo raro en ese suelo...

Alec, que se ha colocado sus gafas de cerca, se inclina a su lado, para poder ver los papeles.

—¡Dios, es verdad! —exclama Ellie, sonriéndole a su buena amiga, mientras le coloca una mano en el hombro izquierdo a modo de apoyo, expresándole así su orgullo por su incansable ímpetu y trabajo duro.

—¡Oh, Lina, es maravilloso! —exclama el hombre de delgada complexión en un tono extasiado, provocando que la taheña de piel de alabastro le sonría dulcemente a la subinspectora, quien le devuelve el gesto con una sonrisa amigable, pues está claro que trabaja excepcionalmente bien—. ¡Esto es jodidamente maravilloso! —añade, despojándose de sus gafas de cerca, antes de tomarla de la mano derecha, llevándola consigo a la sala de interrogatorios en la que se encuentra Lee Ashworth, con Ellie Miller siguiéndolos al momento.

Unos minutos después, en la sala de interrogatorios número dos, el Inspector Hardy y la Sargento Harper están sentados frente al marido de Claire Ripley, con Ellie de pie en esta ocasión, pues quiere que su compañera partícipe del interrogatorio, al ser ella quien, principalmente, ha descubierto esa prueba tan importante. La muchacha taheña contempla al abogado de Ashworth antes de entablar una conversación son su sospechoso, una vez el hombre que ama ha comenzado a grabar esta sesión del interrogatorio.

—He encontrado esto entre los antiguos expedientes del caso de Sandbrook —informa al que antaño fuera un arquitecto, enseñándole un recibo de una compra, el cual deja en la superficie de la mesa—. ¿Podría decirme para qué era?

—Eran los materiales para un trabajo que tenía el lunes siguiente —responde Lee tras inclinarse sobre el papel, revisándolo rápidamente, apenas sin parpadear, de manera que la analista del comportamiento sabe que dice a verdad—. Tablones de roble caoba.

—Así que, compró todo esto el sábado por la mañana, siendo la cantidad exacta de lo que necesitaba —apostilla la sargento de cabello castaño, habiéndose cruzado de brazos, de pie junto a su compañera de ojos cerúleos.

—Sí, y luego hice el trabajo el lunes.

—Lo sé: lo he comprobado —reafirma la muchacha de veintinueve años en un tono sereno—. Pero no fue esta primera compra la que usó para su trabajo del lunes, ¿me equivoco? —cuestiona, habiendo captado ese tono nervioso en su voz al momento de aseverar que hizo aquel trabajo—. Volvió a la misma tienda a primera hora del lunes, para comprar exactamente lo mismo otra vez.

La Verdad tras la Justicia (Broadchurch)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora