13. Quiero Decírtelo, Pero No Puedo

944 159 141
                                    

Había bastante tráfico al salir de la premiación, Yibo tardó un poco en llegar a la casa de Xiao Zhan. Llamó a la puerta y fue él quien le abrió. No pudo evitar echarle un rápido vistazo de pies a cabeza. Ya vestía ropa cómoda, sin una pizca de maquillaje, y cargaba en sus brazos a Nut, quien le había llenado ya el suéter azul de pelos.

A Yibo le gustó esa visión de su Ge Ge, relajado, cómodo.

—Creo que voy a desentonar un poco —se miró a sí mismo, pues no se había cambiado la ropa del evento.

—¡Yibo! —saludó su madre al verlo llegar—. ¿Qué tal estuvo la noche?

—Abrumadora.

—¡Ja! Fue exactamente lo mismo que dijo mi hijo —se unió el señor, sonriéndoles.

Xiao Zhan seguía a un lado, acariciando a su gata con una ligera expresión ausente.

—Pasa —le sonrió con suavidad—. Mao ya está en el comedor.

Todos se sentaron a cenar en familia, fue la primera vez en años que Yibo sintió el calor del hogar de nuevo. Fue hermoso. Durante la cena pudo apreciar mejor la relación de Xiao Zhan con sus padres, esta era excepcional, los padres de él eran increíbles, lo apoyaban en todo a pesar de que aún tenían esperanzas de que volviera a su trabajo real y dejara de lado lo que hacía ahora. Aun así, los dos estaban sumamente orgullosos de su hijo, Yibo pudo percibir el orgullo y admiración que sentían por él.

No pasó mucho antes de que Mao se despidiera para volver a casa, poco después los padres de Xiao se fueron a descansar a la habitación que compartían, dejando a esos dos solos en la sala. Xiao Zhan seguía acariciando a su gata, era un medio de relajación involuntario.

—Tu departamento es muy bello —dijo al fin Yibo. Y es que era precioso, era un dúplex en verdad muy amplio, tenía varias habitaciones además de la principal, pisos de madera, ventanas grandes, un techo muy alto y bastante iluminación, además de una bonita chimenea en la sala.

—Gracias —sonrió—. Aún se ve muy nuevo a pesar de que tengo casi cinco años con él —rio—. He pasado más tiempo viajando que viviendo aquí.

—Te entiendo.

Se quedaron en silencio.

—¿Qué harás de ahora en adelante? —preguntó Yibo. Llevaba mucho queriendo saber eso.

—Pasaré unos días en casa con mis padres.

—¿Regresarás a Chongqing? —se alarmó.

—Solo unos días. Mamá quiere cuidar de mí, dice que aún no estoy muy bien —rio bajito y rodó los ojos, luego se acercó a Yibo y susurró—. Lo que quiere es ponerme en engorda, cree que lo logrará en unos días —rio.

—También me quiere poner en engorda a mí.

—Si eso quieres, ven a Chongqing y pasa unos días con nosotros, verás que saldrás rodando de mi casa.

Ambos rieron.

—Entonces… —dijo Yibo, indeciso—. ¿Se cancela nuestro viaje? —preguntó con tacto, intentando no parecer tan decepcionado.

—¡Oh!

—Lo olvidaste.

—¡Lo siento tanto!

—No te culpo, han pasado muchas cosas.

—Hablaré con mis padres y…

—Ni se te ocurra hacer eso. Ve a casa, disfruta el tiempo que pases con ellos, y cuando vuelvas iremos a ese viaje.

NosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora