46. Ebrios Peligrosos

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Debido a la gran tormenta que se avecinó, tuvieron que recluirse en la cabaña por varios días. Al principio, Yibo pensó que sería difícil y algo aburrido, pero luego Xiao Zhan le mostró todas las ventajas que eso les traía, y se dio cuenta de que podía aprovechar esa oportunidad al máximo.

Durante esos días encerrados lograron conocerse aún más que antes.

Yibo se llevó una grata sorpresa al descubrir que a Xiao Zhan le gustaba jugar ajedrez, y no solo eso, sino que también era bastante bueno en ello.

—A mí me sorprende que tú sepas jugar tan bien —contratacó Xiao Zhan—. ¿Cuándo tuviste tiempo de aprender? —no se imaginaba a un Yibo aprendiendo pacientemente el juego.

—Me enseñó mi papá cuando yo era solo un niño —sonrió con nostalgia al recordar esos viejos tiempos. Cuando era pequeño pasaba bastante tiempo en el hospital, de médico a médico, esperando tratamientos y medicamentos que lo hacían sentir extraño. A veces pasaban largos periodos de tiempo en salas de espera, o en consultorios médicos, a la espera de medicamento y atención.

El señor Wang prefirió ver aquello como una oportunidad de pasar tiempo con su hijo y enseñarle una de sus pasiones: el ajedrez. Cuando vio que aprendió fácilmente y que además le gustaba, comenzó a llevar consigo un ajedrez de bolsillo que sacaba cada vez que les tocaba esperar como de costumbre.

—Mi padre también me enseñó a jugarlo cuando era solo un niño —sonrió Xiao Zhan, recordando esos bellos tiempos—. Cuando estaba de vacaciones, él llegaba del trabajo y pasaba toda la tarde jugando conmigo.

Yibo sonrió de lado, mirando el tablero ante él y pensando en su siguiente movimiento, pero de pronto un pensamiento cruzó su mente.

—Zhan Zhan, ¿te hubiera gustado tener hermanos?

—Definitivamente —respondió sin siquiera pensarlo, y es que ya lo había pensado durante toda su vida.

—A mí también —suspiró.

—Mis padres también quisieron tener más hijos, pero en ese entonces era imposible.

Yibo rio un poco.

—¿Sabes? Hace unos años, cuando la ley de un solo hijo fue retirada, mi padre se puso tan feliz que le propuso a mi madre tener otro hijo.

—¡Oh! ¿Y qué pasó?

Yibo rio más.

—Mi madre se aterrorizó y se negó rotundamente —rio más al recordar que en esa ocasión ella le soltó un fuerte golpe en el brazo a su padre, así como los que él y Xiao Zhan intercambiaban muy seguido—. Dijo que a su edad no estaba dispuesta a pasar de nuevo por el proceso de criar a un hijo.

—¿Tan malo fuiste de niño?

—Era terrible —bromeó.

—¿Cómo eras de niño? —de pronto sintió mucha curiosidad.

—Era un niño normal.

Xiao Zhan alzó una ceja. ¿Acaso solo iba a decir eso?

—¿Qué te gustaba hacer? ¿Cuáles eran tus pasatiempos?

—Ver televisión, videojuegos, ajedrez.

Nuevamente, Xiao Zhan se desconcertó un poco.

—¿Qué ocurre? —preguntó Yibo al ver la expresión de su amado.

—Pues... imaginé que dirías algo más emocionante. No sé, pensé que quizás te la pasabas jugando en la calle, andando en bicicleta, corriendo, trepando árboles, lastimándote por imprudente —rio, pero dejó de hacerlo al ver la expresión suave y serena de Yibo.

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