87. Que Todo Mundo Sepa

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Una vez más, a la mañana siguiente, Xiao Zhan fue el primero en recobrar la consciencia. Ante él estaba una hermosa espalda desnuda y pálida, con marcas de rasguños en ella. Miró esa nuca y ese cabello que, aunque corto, estaba bastante revuelto.

Extendió su mano con sigilo hacia el buró, tomó su teléfono y se apresuró a capturar una buena fotografía del momento, quería que quedara para la eternidad.

Fotografió la espalda de su amado, tal como había hecho hace varios años. Su bella espalda se veía ancha a comparación con su cintura. Aparentaba tener una piel suave al tacto, y… esas marcas de rasguños solo anunciaban lo buena que estuvo la noche.

Luego de observar bien la foto, se dio cuenta de que se alcanzaba a apreciar el inicio de su trasero, así que guardó esa captura solo para él antes de cubrirlo con la sábana hasta la cintura y tomar una más. Editó un poco las luces y los tonos para que fuese a blanco y negro, logró que los rasguños pasaran desapercibidos y…

…la compartió en su cuenta oficial de Weibo con la siguiente descripción:

“No hay nada más maravilloso, y que me complete más como persona, que despertar junto al ser que más amo en el mundo”.

Pasaron dos, tres, cuatro segundos y ya tenía cientos de reacciones que, en cuestión de minutos, se convertirían en millones.

En la imagen no se apreciaba quién era el afortunado, pero sí se confirmaba que era un hombre. De eso no había duda.

Las teorías comenzaron a formarse, y el escándalo se hizo aún mayor.

Xiao Zhan estaba muy consciente de lo que acababa de hacer, y estaba feliz por ello. Había deseado hacerlo desde hace muchos años, presumir a su gran amor al mundo, ¿y por qué no? Marcar territorio. Aunque en esa foto no se distinguiera la identidad de Yibo, estaba muy seguro de que sus mejores fans atarían cabos, analizarían cada pixel de esa foto, y de alguna forma lograrían confirmar que se trataba del mismísimo Wang Yibo.

Más tarde, cuando Yibo despertó, se llevó una agradable sorpresa al sentir que su novio lo llenaba de besos cortos y suaves por todo el rostro y cuello, mordisqueando de vez en cuando su piel mientras acariciaba todo su torso desnudo.

Con pereza, y sin borrar su estúpida sonrisa adormilada, Wang Yibo estiró sus músculos, bostezó y afianzó un brazo alrededor de la angosta cintura de su novio.

—Buenos días —murmuró en tono adormilado.

—Buenos días, ¿cómo te sientes? —acarició su cabello.

—Muy bien —su ya grande sonrisa se hizo aún mayor, sin poder borrar ese aire soñoliento que tenía—. ¿Y tú?

—Excelente —besó la punta de su nariz—. Iré a preparar algo de café —salió de la cama, pensando en hacer una primera parada al baño.

Le urgía una taza de café, o se quedaría acostado el resto del día, sin hacer nada, y vaya que tenían mucho por hacer todavía.

Yibo se quedó en la cama, estiró más sus músculos y disfrutó del espacio extra entre las sábanas. El tacto de esas suaves mantas contra su piel desnuda era por demás agradable.

Fue hasta que empezó a oler a desayuno recién hecho cuando se decidió a ponerse de pie al fin, comenzando así su día.

Había olvidado lo maravilloso que era empezar el día con el olor a café recién hecho, combinado con el aroma a lo que fuera que Xiao Zhan preparaba de desayuno mientras tarareaba alguna canción.

Muchas veces le habían preguntado cuál era su lugar o momento preferido, y si pudiera responder de nuevo a esas tontas preguntas, diría que ese, ese era su momento y lugar preferido. Disfrutaba comenzar un nuevo día junto a ese hombre.

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