91. Hoy y siempre, acepto

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Se miró al espejo una vez más, acomodó su corbata de moño y se aseguró de estar pulcramente presentable. Amigos y familia los esperaban afuera en el jardín, sabía que llevaba unos minutos de retraso, pero la verdad era que estaba muy nervioso y lo que menos le importaba era hacerlos esperar.

—¿Estás listo, cariño? —llegó para acomodarle la corbata de moño.

—Sí, lo estoy —apartó con suavidad las manos que le acomodaban el smoking—. Mamá, así estoy bien.

—Lo siento —rio—. ¿Te estoy poniendo más nervioso?

—No lo estoy.

—Wang Yibo, te conozco mejor que nadie.

Y tenía toda la razón.

El aludido rodó los ojos. Sí, estaba sumamente nervioso.

—¿Xiao Zhan ya salió? Se asomó por encima del hombro de su madre buscando algún rastro de su esposo.

—Aún no —seguía concentrada quitando una que otra pelusa sobre la tela del elegante smoking negro.

—Bien —sonrió de lado y tomó su celular.

—¿Ni siquiera en este día tan importante vas a dejar ese teléfono? —inquirió la señora Wang. Yibo solo rio.

—Esto es importante —terminó de mandar un último mensaje con una sonrisa bastante traviesa.

Su madre estuvo a punto de preguntarle qué tramaba, pero en ese momento llegaron a buscarlos para ver si ya estaba listo.

—¿Me acompañas? —preguntó al mismo tiempo que le ofrecía el brazo a su progenitora. A esta se le llenaron los ojos de lágrimas al mirarlo una vez más de pies a cabeza.

—Gracias —dijo ella de pronto, desconcertándolo.

—¿Por qué? —alzó una ceja.

—Por aceptar hacer esto —se alzó de puntas y besó la mejilla de su único y amado hijo.

Eran tantas las emociones que invadían su ser, que no fue capaz de responder con palabras, solo asintió y acarició con cariño el brazo de su madre que estaba entrelazado con el suyo, listos para caminar juntos hacia el jardín de la residencia Wang.

Ahí afuera los esperaba un largo pasillo conformado por sillas a los costados,  acomodadas en hileras para que los invitados pudieran ser testigos del importante acontecimiento de ese día. Las personas que habían permanecido sentadas hasta ese momento, se pusieron de pie al ver a Yibo salir con su madre del brazo. Un silencio lleno de asombro invadió el lugar. Se veía tan diferente, tan maduro y más atractivo de lo usual. Estaba lejos de verse como el joven travieso que armaba legos y andaba en patineta.

Wang Yibo era un hombre adulto que caminaba rumbo al altar de su propia boda, listo para casarse (una vez más) con el amor de su vida.

Mientras atravesaba el pasillo fue consciente del perfecto ambiente que lo rodeaba, el clima no podía ser mejor para una boda al aire libre, la música del cuarteto de cuerdas era suave y agradable al oído, la sutil fragancia de las flores que inundaban el lugar invadía sus sentidos.

Seguía muy nervioso, lo notó cuando el camino al altar le pareció eterno, y ni qué decir de los pocos minutos que estuvo ahí parado esperando a su amado. Tenía todas las miradas sobre él, y si bien no eran muchos los invitados, era bastante incómodo sentirse observado de esa manera. Sus mejores amigos, familia, y seres más cercanos habían asistido a esa pequeña ceremonia en el gran jardín de casa de sus padres.

Los minutos pasaban, y el otro novio no aparecía.

—¿Crees que se arrepintió? —preguntó Wang Jackson, su padrino de bodas, parado junto a él—. Esa cara… Wang Yibo… ¿Por qué te estás riendo? —lo conocía muy bien, y sabía que algo tramaba. Y el hecho de que no se pusiera más nervioso por la tardanza, significaba que algo tramaba.

NosotrosWhere stories live. Discover now