101. Día a día

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Aceptada.

Su solicitud había sido aceptada.

Yibo se quitó las lágrimas que le impedían ver bien y volvió a leer el documento que tenía entre sus manos.

¿En verdad Xiao Zhan le estaba haciendo ese obsequio?

—Yo... —tenía un nudo en la garganta, el mayor no se contuvo más y lo atapó en un fuerte abrazo de nuevo. Sí, él también estaba lleno de emociones—. Zhan Zhan. ¿No se supone que la lista de espera era de al menos ocho años? —preguntó, aún en medio de ese cálido abrazo.

—Lo era —se separó y lo miró a los ojos con una expresión traviesa.

—¿Cómo lo conseguiste?

—Tuve que cobrar un par de favores y hacer un par de ellos también.

—¿Qué hiciste?

El mayor negó con la cabeza.

—Eso no tiene importancia —señaló la hoja que Yibo aún no soltaba—. Ya hay fecha para que nos reciban en la clínica especializada. Nos harán estudios, y si todo sale bien, podremos elegir a la madre sustituta en ese mismo viaje. Y... y si no hay ningún impedimento... tu próximo cumpleaños lo celebraríamos con nuestro primer hijo.

La expresión de Yibo era todo un poema. Su tez ligeramente enrojecida por el toque del sol resplandecía con la cálida luz de las antorchas. Pasaba de una sonrisa nerviosa a una amplia y radiante sin dejar de soltar lágrima tras lágrima.

Si así reaccionaba con la noticia, Zhan Zhan no quería ni imaginarse cómo estaría el día en el que al fin fuesen padres.

Una vez más, Xiao Zhan lo atrapó entre sus brazos y lo apretó con un amor reconfortante.

—Gracias —murmuró Yibo en un hilo de voz.

Xiao Zhan soltó una risa muy cálida.

—Feliz cumpleaños —respondió con el mismo tono suave—. Aunque también es un regalo para mí —admitió.

—Gracias —repitió, abrazándolo más fuerte todavía.

—Nos esperan meses difíciles en el trabajo, pero sé que esto nos será de gran motivación.

—¡Vaya que sí! —se pasó una mano por el rostro para terminar de quitar las últimas lágrimas. Estaba radiante de felicidad—. Ven aquí —arrastró a su esposo a un dulce y apasionado beso.

La sesión de besos fue reanudada, esta vez con una emoción mayor, y es que ninguno de los dos cabía en sí de la felicidad.

—¿Qué haces? —inquirió Xiao Zhan con voz traviesa al sentir que su amado lo acariciaba por debajo de la ropa—. Estamos en la playa, ¡Yibo! —exclamó cuando metió la mano en su pantalón.

Yibo se echó a reír.

—Cuando volvamos a casa nos iremos inmediatamente a otras ciudades a grabar, y no nos veremos en semanas. Así que déjame aprovechar estas vacaciones.

Xiao Zhan tragó en seco.

—Bien, sí. Tienes razón. Pero hagámoslo en privado.

Yibo soltó un gruñido de inconformidad.

—Pero no me quiero ir de aquí —miró el bonito lugar que su amado adaptó para ambos. Era sumamente acogedor y relajante.

—¿Acaso quieres que nos encuentren desnudos en plena playa? —rio.

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