85. Somos Libres

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En algún momento, mientras ideó su plan, pensó que muy pronto podría tener a Yibo entre sus brazos, caminar con él de la mano por las calles, subir fotos de ambos a las redes y expresar ese cúmulo de amor que quería estallar. Pero nada era como en los cuentos de hadas.

Luego de haber dado aquella rueda de prensa, echaron a correr la segunda parte del plan: aislamiento absoluto.

Por seguridad propia y de sus seres queridos, Xiao Zhan decidió permanecer en casa un par de semanas hasta que las cosas se calmaran. Tenía que tantear terreno antes de precipitarse e ir corriendo a los brazos de Yibo.

Durante ese tiempo más que nunca permaneció incomunicado, no le mandó ningún recado con nadie a Yibo. Solo pedía saber si estaba bien, y viceversa.

Por su parte, el menor estaba cada vez más ansioso. El insomnio se volvió parte de su día a día, y el gusto por el café negro aumentó. Ambos lograron mantenerse lejos del alcohol, afortunadamente, pero sus nervios los estaba matando.

Fue hasta la segunda semana de aislamiento cuando Yibo se hartó y quiso ir a verlo, temía que en realidad no estuviera bien. Tenía que comprobarlo con sus propios ojos.

—No vayas —lo detuvo Wen Pei.

—¿Por qué no? Ya pasaron dos semanas, la situación se ha calmado un poco. Necesito saber si realmente está bien. No ha hecho ninguna aparición en público.

—Él está bien.

—No lo creeré, no hasta poder verlo en persona.

—Pondrías en riesgo todo este esfuerzo. Si no ha salido es por seguridad.

—Porque corre un gran peligro, exactamente. Por eso necesito comprobar que esté bien.

Wen Pei suspiró con pesadez.

—¿Me creerías si te doy mi palabra? Xiao Zhan está bien dentro de lo que cabe. No es la persona más feliz en estos momentos, pero se encuentra bien, y está esperando el momento indicado para salir de casa y correr hacia a ti. Ten paciencia.

Yibo se mordió el labio, lleno de impotencia. Terminó aceptando, por eso y porque su padre lo llamó momentos después.

—Ni se te ocurra —le dijo el señor Wang al teléfono.

—¿Qué?

—Ir a buscarlo. Te conozco, han pasado ya quince días, pero debes ser paciente.

—No iré a buscarlo.

—¿Por qué será que no te creo?

Yibo suspiró.

—Estuve a punto de hacerlo hace unos momentos, pero Wen Pei me detuvo.

—Hombre listo. Hijo, solo sé un poco más paciente. La recompensa llegará pronto.

Eso hizo sonreír de manera involuntaria a Yibo.

—Papá... gracias.

—Tu madre y yo los seguiremos esperando en casa para cenar.

La sonrisa de Yibo aumentó. Sí, esperaba que ese día llegara pronto.

Una semana más transcurrió, la espera era tortuosa.

En las noches, Xiao Zhan se sentaba junto a la ventana de su habitación y miraba el cielo por largo rato, en ocasiones acompañado por su hija gatuna. Cada vez que miraba la luna, se preguntaba si Yibo estaría viendo el mismo cielo en ese momento. Sabía que su amado adoraba mirar las estrellas, así que esperaba al menos estar compartiendo eso con él, a pesar de la distancia.

NosotrosWhere stories live. Discover now