Capítulo 11

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Aaron García 

Bueno, la verdad es que estoy hundido en mis pensamientos. En mis inquietudes. Y EN LA IDEA DE QUE CASI NOS BESAMOS CON MIQUEAS. 

Ya me mordí todas las uñas. 

Me comí las galletas que hizo mi abuela, el helado que me sobró el fin de semana pasado y un pote gigante de uvas. 

Intente leer... y no pude. 

Es que, en serio estoy perdido, ¿Miqueas de verdad me iba a besar y luego besó mi mejilla? 

¿A Miqueas concretamente le gustó? 

¿Me lo quiso demostrar de esa forma? 

¿Por qué no me permito creerlo? 

¿Por qué me lo niego tanto? 

¿Es... miedo?

Necesito... ir a correr. 

Actualmente es la única actividad física que hago y creo que por eso no estoy tan mal físicamente, pero me ayuda en momentos como este. Me coloco una camiseta algo vieja, un short deportivo, lo mismo con las zapatillas; agarro mis auriculares y salgo de casa. 

Comienzo a trotar y escuchar la música. 

Odio pensar tanto y hablar tan poco. Me quedo con la parte fea yo y eso es asfixiante. 

Debería de salir de mi interior y observar el exterior, al menos un rato... por ejemplo, hoy esta soleado, no hace mucho calor, pero el sol está presente; por eso los chicos afirmaron que iríamos a las rampas. 

También, mi papá sigue muy alegre, con los ojos iluminados, con una sonrisa ladina bailando en sus finos labios. Cuando pasa cerca de mi, me acaricia el pelo como cuando era niño y en casa anda en medias, no se molesta en ponerse un calzado porque parece más cómodo así y eso es extraño ya que no hacia eso desde mamá. 

Creo que es curioso como desliza sus pies por el suelo como si tuviera pereza de levantar los pies, camina relajado y habla sin tratar de controlar cada palabra, es como si su capa estructurada y rígida se hubiera desvanecido o... roto. 

A ver eso no quiere decir que nos estemos llevando como hace algunos años, es solo que los cambios que él ha tenido me han dejado descolocado y me... agradan. 

Me encantaría tratarnos como antes, pero nadie tiene la iniciativa... ni el valor. 

Lo extraño, aunque vivamos juntos y nos veamos constantemente, extraño nuestra cercanía... también extraño a mamá... la necesito, todo el tiempo...

***

Correr me ayudo bastante a relajar mi mente. 

Al llegar a casa, derramando gotas de sudor, veo a mis abuelos riendo en la cocina. 

Observo el paquete de harina abierto, la mantequilla de un lado, los huevos de otro, la leche, los frutos rojos...

—Hola...

—¡Aaron! —exclama mi abuela cerrando la tapa del horno—, mira, acabo de enseñarle a tu abuelo a hacer tarta de frutos rojos...

—¡Que no me enseñaste mujer, yo ya lo sabía! —exclama mi abuelo como si estuviera harto de repetirlo. 

—No supiste ni cortar la mantequilla... —mi abuela lo mira con los ojos entrecerrados. 

—¡Todavía seguía muy fría, si la hubiésemos dejado más tiempo en el medio ambiente...!

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