Capítulo 23

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Árboles de cerezos, ráfagas de viento, orejas coloradas/La hora, tus manos, tu perfume/Cualquier mar, nervios, terror/Tan taciturno, tan despierto/Quizás Neptuno, quizás Mercurio/Sé que tengo miedo, lo sé, me interpone ante tus hombros y lo lamento como si fuera un autentico pecaminoso/Ruego que no te alejes ni siquiera un paso, sabría de cualquier modo que me caería y me agotaría sumergirme en azul o celeste con negro/Me ahogaría probablemente, siendo sincero. 

Aaron García 

Festejar el cuatro de julio solía ser muy divertido... cuando tenía como diez años.

Mamá falleció, mi papá y yo caímos en depresión, casi olvidamos que significaba este día. Son cosas que pasan y creo que son validas, al menos cuando ya no tienes a tu madre. Pero viendo el lado optimista, ahora vivimos con los abuelos y por eso festejaremos este día como buenos patriotas apasionados... supongo. 

Vendrán mis tías y mis primos, haremos una barbacoa, esperaremos a los fuegos artificiales y a lo mejor nos podemos ver con los chicos. 

Para recibir adecuadamente al resto de mi familia, me levante a las diez, acomode y limpie un poco mi cuarto y ayude a ordenar el patio trasero. 

A mis abuelos les encanta reunir a toda la familia, más aún si es en esta casa, es como el nido. Por eso se ven tan alegres e hiperactivos, hasta su energía es contagiosa. 

En pocas palabras, ya me bañe, y como que medio me vestí bien, o bueno ni idea. Escucho que tocan el timbre con un poco de intensidad decretando que sin dudas son mis tías porque siendo sincero, mi papá casi parece adoptado. Mi abuelo se encarga de abrir logrando al fin que los gritos de emoción de sus hijas se instalen en la casa. 

No es difícil de entender: mis tías salieron personalmente iguales a mi abuela y mi papá al abuelo.

Mi tía Aurora es la hija del medio, se la conoce como la tía Rory. La tía Léa es la menor, se la conoce como la tía Lalay. Y mi papá es el mayor, para mis primos se lo conoce como el tío Rikki, porque se llama Erik y bueno, así quedo su sobrenombre... la verdad me encanta, no pega nada con él, pero es perfecto. 

Luego están mis primos y un tío, ya que la tía Lalay se divorció y ya no vemos al padre de Liam. Él tiene catorce, pero físicamente parece de veinte, aunque vive diciendo cosas que inocentemente son muy graciosas y desarman esa imagen de él pareciendo un adulto. Después están Samuel y Norah, de dieciséis y diecinueve años. 

No es como que mis primos hayan nacido con la personalidad afable, sociable y extrovertida de sus progenitoras.

Mis tías me visualizan y creo que crecí un poco, ahora tengo que inclinar un poquito la cabeza para verlas. 

—¡Aaron, mírate!

La tía Lalay es rubia con espirales, heredó los ojos grises del papá del abuelo (cosas de genética que no entendemos), todo el tiempo está sonrojada aunque haya heredado la tonalidad morena de la abuela, tiene un local de yoga, siempre huele a un perfume riquísimo y sus caderas son muy pronunciadas. Sonríe como la abuela, le gusta dar abrazos y para mis cumpleaños me regala dinero, en mi opinión, es una copia distorsionada de mi abuela. 

—¡Oye, has crecido mucho! 

Cada vez que me ven dicen eso, aunque es valido porque no nos vemos tan seguido, ellos viven en la otra parte del pueblo, a veinticinco minutos en auto creo. 

La tía Rory es castaña como la abuela, sus labios son gruesos y rosas, usa anteojos, es abogada, tiene un equilibrio entre la elegancia y la desprolijidad magnifico, una vez me enseñó a hacer rosas con papel, cada vez que me enfermo me envía un mensaje preguntando como estoy y me recomienda una película que merece un Oscar, en las navidades me suele regalar un libro de Stephen King y en mi opinión, es una mezcla de sus progenitores.   

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