Capítulo 28

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Miqueas Weber

Acababa de llegar del gimnasio cuando escuche a Neil vomitando en el pequeño baño de la sala, de hecho, no era la única vez que lo había oído en las últimas semanas. Su aspecto iba de mal en peor, probablemente se mantuvo de esa forma hace tiempo, solo que la distancia que teníamos no me lo permitió ver. 

Cada día que pasaba se volvía más delgado, sus ojeras se presenciaban con detalle, frecuentaba quejarse de dolor corporal y su piel se volvía aún más pálida. Ambos sabíamos que eso no estaba bien, no apuntaba a algo bueno.  

Pidió licencia en el trabajo y pase una semana entera cuidándolo como enfermero, todo lo que comía, lo vomitaba y comencé a asustarme. Nunca lo había visto de esa forma, jamas lo demostró, jamas se vio tan vulnerable, tan pequeño y enfermo. 

Hasta que me lo dijo. 

Dijo lo que estaba ocurriendo. 

Y lo hizo sin dejar de llorar, con la garganta rasposa y la mirada rota. Se vio tan agotado... tan cansado de todo. 

El cáncer había sido detectado hace dos años y medio y yo recién me enteraba. Nunca había sentido tanto miedo como ese día, me aterró tanto oírlo hablar, de lo que padecía, de lo que estuvo viviendo todo este tiempo y que el tratamiento no estaba dando frutos... 

Entonces las cosas tomaron sentido al recordar que él tomó la iniciativa de arreglarnos y corregir las cosas. 

No recuerdo cuando fue la última vez que lloré tanto, pero esa noche yo... me rompí por completo. Me sentí roto. El simple hecho de pensarlo, de que podría perderlo a él, al único que había seguido conmigo, a mi maldito papá... me destrozaba. 

Creo que lloré hasta quedarme dormido y despertar luego de la pesadilla, lo lamentable fue darme cuenta que la jodida realidad seguía existiendo; así que tuve que ser un poco valiente y afrontarlo, evitarlo no ayudaría ni a Neil ni a mi. 

Por eso lo lleve al hospital para hacerle chequeos, cosa que él estaba evitando porque a veces era un hombre adulto algo inmaduro que técnicamente quería ayudar al cáncer a matarlo. 

Le mandaron más medicamentos para el dolor, antiácidos por los vómitos, afirmaron que tenía que seguir con el tratamiento y noté que a Neil eso le fastidió. 

Comencé a dormir con él en su enorme cama para ayudarlo a hacer todo, estaba tan débil que apenas caminaba, la verdad no fue fácil, mi papá era testarudo y quería demostrarme lo fuerte e independiente que era, pero... yo necesitaba hacerme cargo de él, cuidarlo como desquiciado. 

Lo convencí en contarle a los abuelos, también los necesitábamos; ellos vivían en la otra parte del pueblo, maso menos a media hora. No sé quién de los dos lloró más, es decir, hablábamos de su hijo... fue una mierda. 

Ese fin de semana, mis abuelos se quedaron y supongo que la abuela me vio tan cansado del ambiente que no me lo propuso, me obligó a salir con mis amigos; no fue extraño saber que a Hannah se le había ocurrido ir a un parque acuático. Sin embargo, aún sabiendo que el propósito era distraerme, obviamente no pude. Ni siquiera podía mirar a Aaron, sabía que si lo hacía terminaría diciéndole todo y por alguna razón sentía que no debía hacerlo. 

Aunque... ya saben, Aaron es como que... perfecto, y la gente perfecta lucha consigo misma para afrontar cualquier tipo de temor y atreverse a saber como malditamente me encuentro ¿no? 

Quedamos en vernos al día siguiente y sentía que si veía a Aaron... me sentiría más liviano, era claro que no cambiaría lo que estaba sucediendo, pero él me haría sentir menos pesado, un poquito menos roto... supongo que sería como recargar energías. 

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