Capítulo 30

667 49 48
                                    

Aaron García 

Las cosas con Miqueas se tornaron a una mezcla de felicidad curativa y tristeza eterna, ya que no es fácil perder a tu padre y después solucionar las cosas con el chico que te gusta, no hay equilibrio, solo sentimientos que no se terminan de desatar. 

Pero Mik está... muy deprimido. 

Nunca pensé verlo tan triste y apagado, pero lo está y mi cuerpo no puede evitar acercarse y abrazarlo por horas. 

Es como si a su vez, él quisiera esconder su tristeza y obviamente no puede. El único día que lloró, fue cuando tome valor y vine a hablar. Luego... todo comenzó a ser como lo esperaba, como la razón por la cual tenía que venir. 

Algunos días viene Soff a ver como se encuentra, otros mis abuelos con mi papá, pero cada día me llegan mensajes de todos los chicos. Y muy bien no sé que responderles, es decir, está bien pero está mal, está mal pero está bien. 

Su rutina se basa en dormir, hablar conmigo, comer, ir al gimnasio, ir al supermercado si lo a merita, pedirme que venga a su casa, dormir una larga siesta, pedirme que cene o pase la noche con él y así sucesivamente. 

Los primeros días, Mik no hacía absolutamente nada, además de dormir. Me había encargado sin que él me lo solicitará de llenar su alacena, mantener su casa en orden y contactarme con sus abuelos quienes ahora son sus tutores. Hasta que un día se dio cuenta de lo que estaba haciendo y decidió que dejaría de dormir tanto. 

Siendo sincero, hacer eso por él no me molestaba en lo absoluto. Ni me molesta. Es solo que... odio que no demuestre su frustración de otra manera, es decir, jamás llora. Detesto que se encuentre neutro, que no entienda lo que siente ni como expresarlo. 

Siento que se encuentra en un bucle y no sabe como detenerlo o cambiarlo. 

Tampoco sabía si decirle algo ya que es totalmente compresible, pero mañana será su cumpleaños y quiero intentar que al menos sonría de manera verdadera. O que llore, o grite, o hable, lo que sea, pero algo. 

Así que luego de dejarle el almuerzo al abuelo en su librería, fui a comprar helado de chocolate y chocolate para mimar un poco más a mi novio... sigo sin caer en que lo es, es que Miqueas es mi novio, mi novio, solamente no puedo creerlo... mi novio... bueno, basta. 

La cosa es que comencé a trazar pasos hacia su casa pensando en las cosas que quiero decir y deseando estar bajo un aire acondicionado porque seguimos en el tortuoso verano. Vale aclarar que prefiero mucho más el invierno, el rubio ama esta estación. 

Cuando estoy frente a su puerta, le envió un mensaje para dárselo a saber. 

—Estoy pensando seriamente en hacerte una copia de la llave —comenta al instante en que me abre. Hasta sus expresiones carecen un poco de vida.  

Por como se esta estirando deduzco que se encontraba felizmente acostado. 

—Algo me dice que estabas disfrutando del aire acondicionado —me adentro en la casa agradeciendo el aire frío, dejo mi mochila sobre el sofá y voy hacía la cocina para guardar el helado. He conseguido la suficiente confianza como para hacer cosas sin preguntar o dudar. 

Regreso a la sala y el rubio afirma mis sospechas acurrucándose sobre su enorme sofá. 

—Pues sí —se cubre con una manta para luego acariciarla con su rostro provocandome demasiada ternura—. ¿Quieres venir aquí y abrazarme? Yo te invito. 

Norte & SurWhere stories live. Discover now