Capítulo XXXVII: Sacrificio de orgullo.

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Se requiere de una cantidad específica de decisiones tomadas, palabras habladas y pasos recorridos para encontrarte en una situación como esta. No podía creer lo que estaba pasando frente a mis ojos; Harry Styles podía traer mariachis con bigotes ridículos dentro de un segundo y ya nada me impresionaría.

Él me podía, Dios mío. Me podía como los mil cuernos.

Solo tenía que manifestar que no me estaba conmoviendo de la manera en la que lo estaba haciendo, y todo perpetuaría en armonía―. Ya, claro. Estás parado en medio de la nada con un par de cornetas en tus manos como si estuvieses en una película dirigida por John Hughes, eso es textualmente lo que estás haciendo ―Me crucé de brazos, sonriendo guasona―.  ¿Qué estás haciendo afuera de Northside, de todas formas? Pensé que este edificio no era santo de tu devoción. Igual podías simplemente entrar y chillar que querías una Emergencia Bang Bang.

Él rió jovial, rascando su nuca―: Te conozco tan bien, Bunny Bear ―Negó con la cabeza, abandonando las cornetas mientras se inclinaba hasta el arbusto y retrocedía a darme la cara, con una canasta en su agarre―. Si entro al edificio cabe la posibilidad de que me golpees, lo cual no es una opción justo ahora si quiero volver a ganarte. Al mismo tiempo, necesito destacarme en esto como un total pro; verás, existe el pequeño hecho de que eres más terca que una mula, por lo que me hubieses cerrado la puerta en la nariz si me presento con mi esplendoroso ser, lo cual no permitiría la oportunidad de un genial picnic, al que estoy a punto de invitarte ―No me di cuenta del instante en que sacó unas llaves de su bolsillo, pero estaba jugueteando con ellas entre sus dedos, obrando que me columpie en mis pies con una ceja arqueada. Harry sonrió, desistiendo el juego con las llaves―. Con la canción de Dexys Midnight Runners te calmé un poco, por lo que justo ahora estás escuchándome y no me has tirado nada desde la ventana; seguramente el que esté humillándome frente a una parte de la población estudiantil ayude con tu compasión. Sea como sea, tu amistad es preciosa para mí y quiero hacer las cosas bien. ¿Qué dices?

El rizado y su tendencia por llamar la atención en donde ponga un pie, ugh.

Golpeé jocosamente mi frente con el marco, bufando―. Eres una molestia.

Un sonido nasal se escuchó, bastante propio a una risa―. Sabes que en el fondo te agrado ―Me guiñó el ojo en aquel momento, no tomando en cuenta a los pocos espectadores que persistían en la escena como los fisgones que eran. No podía culparlos, tampoco; un loco estaba reproduciendo música a todo volumen en la parcela de al lado, y le estaba gritando a alguna chica del tercer piso como si fuese un filme de Disney (o en el peor de los casos, una obra de Shakespeare). Quién sabe y era un emparedado con mermelada de frambuesa lo que existía en esa cesta, por el escueto placer de hacer más satírico el acto―. E incluso he traído Skittles. Toneladas de ellos.

¡Argh, tan desesperante!―: ¡Te detesto! ¿No lo ves? Quiero sacarte de mi vida.

―¿Lo haces, Parker? ¿De verdad lo haces?

El tono en su voz me infundió desconcierto, alzando la cara de la orilla de la ventana apenas atendí la última pregunta. Estaba parado ahí, con un miramiento expectante al soplo en que los aparatos sentaban en sus pies y la canasta enganchaba inocente de su mano derecha.

Reanudó transcurrido un segundo―: Si tu respuesta es afirmativa, dilo de una vez y no seguiré empujando, pero si aún tengo espacio en ese mordaz corazón tuyo... 

Mis conclusiones contundentes lucían para nada consistentes mientras él continuaba teniéndome a la mira en aguardo de una respuesta, por un momento fuera de su faceta arrogante. Mi mente pretendía recordar mi plan, la idea de apartar en su totalidad a Harry Styles de mi vida y toda la confusión que su presencia concebía, pero nada parecía rebasarme mientras él seguía con esa cara de cachorrillo inconsciente.

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