Capítulo XXV: Fase Eminem.

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Fase Eminem.

Este extraño suceso ocurre colectivamente en los adolescentes, iniciando como una epidemia esencialmente de chicos usando sudaderas oscuras y camisetas más grandes que California en el mapa americano. Primos, hermanos, amigos y extraños, un gran porcentaje de la población hombruna parece padecer la «fase Eminem» al menos una vez en su vida, moviendo la cabeza de lado a lado mientras intentan seguir las palabras que Slim Shady narra en todas sus canciones.

Todos hemos presenciado la fase Eminem.

Luego de los catorce años pensé que no tendría que hacerlo nunca más —mi hermano no estaba en la habitación de al lado con los parlantes a todo volumen, después de todo, pero entrando a la habitación número 201 del dormitorio masculino me quedó bastante claro que Eminem no es simplemente una fase que dejas tirada a tu espalda como las bolas de papel que mis compañeros de clase arrugan cuando reciben un reprobado en el examen.

Todo lo contrario.

Un televisor de 90 pulgadas reposaba sobre un gabinete de madera mientras el video de «Lose Yourself» se reproducía a gran potencia por toda la habitación. Marshall Mathers rapeaba frente a una cantidad de personas con luces blancas relampagueando en el fondo, y lo siguiente que observé cuando volteé la mirada fue a un par de ojos verdes observándome entretenidos mientras se movía como Eminem―. You better lose yourself in the music, the moment you own it, you better never let it go ―Movía la cabeza de lado a lado junto a su mano―. You only get one shot, do not miss your chance to blow. This opportunity comes once in a lifetime, yo'. ―Alzó los brazos aun cantando, prosiguiendo con el estribillo mientras todos los chicos estaban detrás de él haciendo sin faltar una coma lo que el muchacho hacía.

―¿Así que por eso es la sudadera? ¿Ambiente de rapero? ―Apunté mordaz la capucha que escondía sus rizos, cruzada de brazos mientras mis amigas entraban a la habitación dispuestas a entablar conversación con cualquiera de los chicos.

Harry sonrió―: He practicado mis movimientos desde los ocho años. No necesito una sudadera para decirme que apesto como rapero ―Fue todo lo que objetó, caminando hasta la nevera de un tamaño envidiable para sacar una Coca-Colay sonreír minúsculamente, observando a la bebida callado―. ¿Nuestro amigo Patrick se encuentra bien? Es insólito no verlo alrededor desde que figura estar adherido a ti con cinta de pato ―Profirió con intriga, empinando la botella a la par en que cerraba la fresquera, ofreciéndome una cuando la recibí con barbilla firme y me senté en el puff de lona que me apuntó, observándolo tumbarse en otro con forma de pelota.

Nunca había estado en la habitación de los chicos, y no podía pensar en una mísera oportunidad que hubiese entrado al edificio Westside para decir al menos hola. Afiches de mujeres tenuemente desnudas, jugadores de fútbol, matrículas de autos y cualquier cosa que puedas imaginar en la habitación de un adolescente se hallaban plasmadas en las paredes, retumbantes por la música de las bocinas. Inexplicablemente no había bebidas alcohólicas en el refrigerador, probablemente por el inspector; lo único que distinguías era gaseosas de múltiples gustillos además de comida chatarra.

Por montones.

Relegué la pregunta de Styles, amoldándome en el mueble―: ¿Así que nos invitaron porque apetecían hacerlo? ―Arqueé una ceja, dándole un trago a mi bombona al tiempo en que observaba el ambiente con una expresión concernida. Sarah entablaba conversación con Maggie y Louis, mientras Liam buscaba una canción en Youtube de 50 Cent  y Niall parecía estar platicando con mi prima sobre Dios sabe qué cosa.

―Principalmente esos dos ―Harry señaló con su barbilla al rubio y la castaña―. Niall nos demandó que ordenáramos la habitación porque quería causar una buena impresión en su querida enamorada y las ha convocado a todas para no ser tan notorio respecto a sus sentimientos por Paz. Además, los muchachos estaban impertinentes por ustedes.

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