Capítulo V: Alerta roja. Esto no es un simulacro.

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«¡No me mires! ¡Vete al infierno! ¿¡Por qué no nací hombre!?»

Esas eran las palabras que se convirtieron en mis inseparables mejores amigas desde que todo esto empezó, desde que el caos inició. Estaba pasando por aquello que llegaba cada mes, aquello que sólo las chicas que han pasado por lo mismo podían comprender en su totalidad. Y si bien ningún chico entendía, eran lo suficientemente inteligentes como para correr unas cien millas lejos de la chica durante un periodo de tiempo. Pero si no lo eran, pobres de ellos, tendrían que soportar a Hulk con volumen intensificado durante cinco días.

Exactamente, cinco días.

Estaba pasando por la temida alerta roja, por aquello que llegaba una vez al mes a menos de que hayas metido la pata y no te llegue hasta nueve meses después, lo que todos llamamos periodo. Porque teníamos que estar claros de que esto no se trataba de una historia ficticia creada por cualquier fanático frustrado para que chicos incluso más frustrados leyesen en sus tiempos libres, no. Esta era la realidad, y en la realidad sangre roja como la jodida manzana que Eva tomó con sus pecaminosos dedos salía sin control de nuestra vagina. Así de simple.

Por lo que aquí estaba yo: martes, cinco de la madrugada, con toda la población estudiantil durmiendo mientras yo me encontraba retorciéndome sin control sobre mi cama, con el dolor cerniéndose sobre mi vientre compungiendo gruesas arrugas de tortura por lo ancho de mi frente. Lo único que deseaba era atiborrarme de dulce y tortas red velvet hasta que rodara por las escaleras finalmente, pero en su lugar seguía sin encontrar una posición cómoda luego de haberme colocado toallas sanitarias y caminado hasta la cafetería a por agua para tomarme una pastilla sin hacer el mayor ruido. Misión imposible tomando en cuenta que se trataba de mí, pero totalmente necesaria ya que Sarah se tomó hasta la última botella de nuestra diminuta nevera luego de llegar como alma que lleva al diablo hasta acá luciéndose con los jugadores de tenis en las canchas.

Suspiré.

Esto apestaba.

Pensé en conectarme al Dating Who para pasar el rato, pero era más que ridículo pensar que Hardcox estaría conectado a estas horas cuando la realidad de vida era que posiblemente yo aún estaría en el décimo quinto sueño si no fuese por la desgracia de que los hombres tampoco sufren de estas cosas. En cambio, me encontraba con la mirada embelesada sobre los colores purpúreos de la pared buscando formas en donde no las había y escuchando los ronquidos de Maggie.

¿Notan cómo lo apestoso aumentaba cada vez más?

Decidí agarrar los audífonos y poner algo de The Smiths para pasar el tiempo.

No estoy segura de cómo, pero la voz de Morrissey parecía tener el poder calmante bastante parecido al de un somnífero. Lo presencié cuando tuve que despertarme al sentir la alarma de las chicas anunciando que las clases se acercaban, por lo que agradecí que el dolor había pasado a segundo plano y pude terminar mis horas de sueño. Ahora tendría que pararme a verificar que no había nada erróneo en mi pijama, alistarme para salir al mundo exterior y actuar como si nada estuviese pasando.

Las clases pasaron realmente rápidas. La última había sido historia de los Estados Unidos de América, y podría jurar que durante su hora algo allá abajo se había movido. Tenía miedo de que haya manchado el pantalón, y para ser sinceros tenía miedo de levantarme de mi asiento. No podría hacer como en la cafetería, donde había preguntado a mis amigas disimuladamente para que me digan cómo estaba la situación y ellas me daban el visto bueno, porque todas estaban del otro lado del campus justo ahora y yo me encontraba sola.

Solté un suspiro al ver que la gente comenzaba a verme raro por no salir del salón como todos los salvajes de mis compañeros, y por debajo de cuerda comencé a colocar mis dos manos unidas detrás de mi trasero como una niña buena. Me fui con mi mochila y todo, corriendo como una lunática para llegar a mi habitación, pero adivinen qué cosa quedaba al otro lado del campus también.

Dating WhoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora