Epílogo.

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Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos.

Era el momento de graduarnos.

Se precisó litros de cafeína para repotenciar nuestras energías. Después de todo, la única oportunidad que tuve para dormir fue durante los treinta minutos que se demoró Sarah en tomar una ducha. De cualquier forma, fue un choque de emociones presenciar la vista de las cuatro vestidas con todo lo que indicaba que estábamos a punto de graduarnos. Tuve que arrebatar toda la fuerza que tenía en mí para no llorar precozmente en frente de las muchachas, en cambio, posamos para las fotografías con toga y birrete y nos aseguramos de tomar una última foto en lo que llamamos habitación durante cuatro años.

—Espero que las próximas chicas que vivan aquí le tengan el mismo cariño que le tenemos nosotras —dijo Sarah con los ojos lacrimosos al contemplarla originalmente desocupada. Los colchones seguían presentes junto a los mobiliarios básicos de la academia, pero cada aspecto personal que le daba vida a la habitación estaba lejos de ser encontrado a la vista.

No pude evitar ceñir a aquellas que consideraba amigas de por vida hasta el día en que dejara de respirar, echando un vistazo a cada rincón que contenía un poco de historia antes de apretar los labios con aflicción y exhalar la rigidez lejos de mis hombros. —Realmente está sucediendo, ¿no es así?

—Desgraciadamente, sí. —Maggie lucía igual de derrumbada que nosotras.

Paz cerró la puerta de su alcoba y transitó por el pasillo hasta pararse en la puerta de la nuestra para vernos con una cara de comprensión. —Es un momento dificultoso, chicas, pero es hora de que vayamos a los jardines.

Como partidarios de la generación superficial milenaria, cumplimos con la tarea de tomar más fotografías en el campus de la academia e incluso aproveché de tomarme una con Harry en frente de la estatua de Melbourne.

La ceremonia arrancaba a las diez de la mañana por lo que ojeé entre la multitud de personas para localizar a mis padres mientras marchábamos hacia los asientos con «Pompa y Circunstancia» sonando de fondo. En cuanto me ubiqué en mi silla por orden alfabético, finalmente los pude ver en la misma hilera de asientos junto a mi hermano mayor, mi mejor amigo y la señora Anne.

—Estoy orgulloso de ti, cariño. —La distancia no me permitió escuchar las palabras de mi padre pero fui capaz de leer sus labios de tal forma que sonreí con reconocimiento y lancé un beso en su dirección.

Todos los discursos del decano, los invitados especiales y el salutatorian transcurrieron con mayor celeridad de la esperada, así que me levanté de mi asiento con manos temblorosas cuando anunciaron mi nombre en el micrófono —la valedictorian— y me fijé en los ojos de Harry al final de la fila para darme fortaleza antes de subir al estrado.

Puedes hacer esto.

Le ofrecí una sonrisa titubeante entre tanto circulaba por el pasillo alfombrado con la frente en alto, subiendo por las escaleras con la prudencia de no tropezar en los escalones hasta que estuve en el podio con el micrófono en frente de mi boca.

—Buenos días a todos —dije lo más calmada posible, instalando las hojas de apoyo sobre el podio—. Como representante de la clase del 2016, quiero darles la bienvenida a los amigos cercanos, a los familiares y a los invitados distinguidos que nos acompañan en este día a la ceremonia de graduación de la academia de Melbourne. Muchos de los presentes han sido testigos de nuestro crecimiento a lo largo de los años, desde que pensábamos que los profesores vivían en las escuelas y era toda una experiencia cuando los veíamos en la calle, hasta cuando comenzamos a hacer chistes de las elecciones presidenciales en las redes sociales porque a todos nos salió el tiro por la culata. Es solo una prueba más de que este es un día especial para ellos también.

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