Capítulo LXV: Adiós, Tallahassee.

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¿Nunca han intentado obtener lo máximo de sus hogares? Contemplé a mi habitación ―o a la que habría sido mi habitación por más de trece años de mi vida―, sintiéndome extrañamente nostálgica mientras escudriñaba cada rincón existente. No vendría a casa en Navidad por el viaje de curso a Holanda, y había una gran posibilidad de que la próxima vez que pisara este suelo fuera con nuevas costumbres neoyorquinas adquiridas.

El pensamiento me hizo reír, deslizando mi mano por el escritorio.

No me refiero a agarrar objetos que estén en casa para llevarlos conmigo a California, todo lo contrario. Sencillamente, recoger toda la calidez y el aire amoroso que te podía otorgar un hogar acogedor y tener tanto de esa sensación que luego puedas recordarlo y sentirte en casa de nuevo.

―¿Ya hiciste la maleta? ―Mamá tocó la puerta, asomando la cabeza.

―Estoy en eso. ―Sonreí, echando mi cuerpo a un lado para que mi madre la observe.

Asintió. ―Llamaré a tu padre para que la baje cuando termines. Necesito que vayas a comer o se enfriará la comida.

―En un instante.

―No tardes.

Retorné a doblar camisetas y algo para el invierno, susurrando una canción de The Libertines entre la ardua tarea de conseguir que cierre perfectamente la valija. Dentro de dos días continuaría las clases en Melbourne y mi vuelo salía en unas cuantas horas, por lo que debía apresurarme en terminar todo si no quería que mi prima Paz me dejara abandonada en el clima húmedo de Florida. Logré hacerlo con éxito, irguiéndome nuevamente al tiempo en que secaba el imaginario sudor de mi frente: ―¡En tu cara, equipaje! Eres toda una ganadora, Aileen.

Hice una mueca al darme cuenta de lo incómodo del asunto. Tercera persona. Qué perdedora, por favor.

Mi tono de mensaje ―el tono de Kim Possible. Aún esperaba a la persona que reconociera la melodía y me dijera «¿Qué hay?»― sonó, por lo que saqué el teléfono de mi bolsillo y desbloqueé la pantalla. Un mensaje de Maggie:

«Patrick llegó a la academia y está llorando porque no estás aquí.»

A los segundos llegó otro.

«No tiene saldo. Dice que le mandes un beso a Aaron de su parte.»

Reí, tecleando con dedos rápidos: «Lo siento, iPat. Soy del equipo Aryon.»

―¡Ven a comer! ―El grito de mi hermano me sacó de mi burbuja, recreando la risa mientras enfundaba de nuevo el aparato en mi bolsillo trasero. Salí de mi alcoba para bajar las escaleras con cuidado y me reuní con mi familia en el comedor, con un delicioso pollo casero al curry.

―¿Tienes todo listo? ¿Equipaje de mano? ―Quiso saber papá, mordiendo un muslo.

―Sí. ―Corrí la silla para poder sentarme, aislando mi cabello detrás de la oreja―. Tengo la portátil asegurada y un libro en la mochila en caso de que me aburra. No creo que los necesite; tengo como cincuenta episodios de Welcome to Night Vale en el teléfono. ―Estaba súper enganchada. Hace poco me había enterado del podcast en una noche de Tumblr y desde entonces era lo único que hacía con mi laptop, sin importancia del tiempo―. Voy a salir un momento. Hay algo que debo hacer. ―Avisé después de un rato de reposo, agarrando una bicicleta del garaje. Mis padres iban a bañarse y Aaron estaba muy ocupado escribiendo mensajes de texto en el móvil, por lo que salí por la entrada principal atravesando el jardín.

«Tengo que darle un último intento. No me voy a cegar por el rencor.»

Presioné el timbre en la pared, mordiendo mi labio inferior. Una segunda vez, solo por si acaso, y los nervios casi me hacían tocar por la tercera hasta que el perfecto rostro de Anne Twist apareció frente a mis ojos.

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