Capítulo LXXXVIII: La charla.

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—Hola.

—Hola.

Los dos nos ojeamos en mudez por cinco segundos de incomodidad, jugando con la tela de mi pantalón de dormir mientras el muchacho tamborileaba los dedos en el espaldar del sofá.

—¿Cómo va todo? —Ambos soltamos al mismo tiempo.

Él rió encantadoramente. —Tú primero.

—Me va bien. ¿Qué tal tú? —Me aproximé con una sonrisa sutil, observándolo hacer un gesto de «más o menos» hasta que tomé asiento y destrabé todo lo que estaba almacenando en mi interior—. He intentado hablar contigo desde hace horas pero las circunstancias no están de mi lado, o no lo estaban hasta este momento —dije, con el corazón irrealista en la garganta—. Creo que ambos hemos pasado por mierdas durante estos años, pero parece que al fin estamos en la misma página, ¿no es así?

—¿Eso quiere decir que me perdonas?

Tuve que echar una mirada al piso porque la energía de su contemplación me ponía inquieta hasta las entrañas. —Has hecho cosas de las que no estás orgulloso y yo he hecho cosas de las que no estoy orgullosa. Ambos nos lastimamos de distintas formas, pero creo que podemos... —¿Cuál es la manera menos cursi de decirlo?—, tomar un camino ajeno al de nuestro pasado.

—¿Empezar desde cero? —El chico me extendió la mano, plantando sus extremidades sobre el sofá con sus calcetines negros encorvados en la punta de los dedos.

Apreté los labios, con una expresión pensativa. —Tenemos demasiada historia para eso.

—Tienes razón.

Me forcé a observarlo a los ojos cuando percibí los dedos del chico en mi mejilla derecha, dejando descender la mano a un lado de mi hombro al percatarse de que estaba siendo un poco invasivo con mi espacio personal.

Sonreí. —Conque eres Hardcox. Al inicio pensé que cuando te conociera ibas a ser un soso que me recibiría con el saludo vulcano.

Harry carcajeó, produciendo el distinguido gesto de manos del Viaje de las Estrellas mientras se avecinó a mi posición con una lentitud detonadora de corazones. —Todavía hay tiempo para hacer eso, LadyLigeia. Siempre puedo desearte una larga vida y prosperidad.

La palabra «prosperidad» me recordó a algo, cerrando los ojos con congoja.

—Creo que esta va a ser la reconciliación más corta del mundo. —Abordé con los dientes tirando de mi labio inferior, y antes de que el chico perdiera el seso en frente de mis ojos, proseguí sin más postergación—. Hay algo que debo decirte, sobre la Universidad de Nueva York. Ayer remitieron un correo electrónico para comunicarme que estoy a un paso de entrar a la facultad y me manifestaron que debo preparar un cortometraje.

La sonrisa que me ofreció el muchacho me atiborró de calidez en el fondo del corazón, incendiando a mi cuerpo como el cielo del 4 de julio cuando todo lo fundente dentro de mi complexión se fundió con la presencia de los hoyuelos matadores. —¿Por qué acortaría nuestra reconciliación? ¡Es una noticia estupenda! Demonios, es casi tan bueno como cuando me confesaste que me querías.

—¿No estás enfadado? Quiero decir, voy a darlo todo para ingresar, Harry.

—Mi pobre e inocente Aileen, voy a refrescarte la memoria. ¿Recuerdas cuando te dije que también deseaba entrar a esa Universidad? Estaba al tanto que Robin no iba a consentir tal cosa, así que he estado partiéndome la espalda para ingresar por mis propios méritos para no tener que pedir mierda de él. Además, el entrenador Maloney no nos permite tener malas calificaciones y mucho menos cuando eres el capitán del equipo, por lo que estoy bastante positivo de que tengo una buena oportunidad en esto.

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