Capítulo XCVIII: El rey y la reina.

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Mis tacones resonaron mientras me giraba como una silla de escritorio en frente del espejo de cuerpo completo.

—Te ves espectacular —dijo Sarah.

Mordisqueé el labio inferior de mi boca hasta que la susodicha comenzó a sermonearme por eso, pero la fluctuación era entendible en mis acciones porque no estaba acostumbrada a tanto maquillaje en el rostro. Aun cuando era una apariencia bastante recatada, el labial brillante me hacía sentir súper atenta con mi cabello y el vestido rojo era tan resplandeciente como una bola de disco; en pocas palabras, la persona que estaba en frente del espejo era una versión retocada de mí.

Maggs terminó de abrochar su vestido azul con una sonrisa de medio lado. —¿Quién diría que Pukie tendría un trasero?

Las chicas soltaron una risa mientras yo rodaba los ojos con un vistazo a la espalda descubierta del vestido.

Era de color rojo cereza con una tira en el hombro derecho que seguía una línea de brillo plateado deslizándose por toda mi espalda hasta el costado izquierdo de mi cadera, entonces delineaba mi cuerpo en una caída de tela rojiza que solo me hacía pensar en el tiempo que estaría rozándola por todo el suelo esta noche.

—Todas aquí para una fotografía del recuerdo. —Paz presionó la pantalla de su teléfono para abrir la cámara antes de hacer que las cuatro nos reunamos para una foto grupal. Esa foto se convirtió en diversas fotografías, con expresiones diferentes y posiciones cambiadas a la de la imagen anterior, haciendo que el tiempo transcurra como una corriente continua de río.

La puerta de la habitación recibió un par de golpes desde afuera, así que Paz giró el pomo para distinguir a los caballeros que estaban del otro lado de la puerta después de tomar su cartera pequeña para la velada significativa. Varios silbidos nos recibieron al abandonar la habitación, causando que cada pareja se aproxime a su otra mitad cuando una sonrisa se dibujó en mi rostro al contemplar el ramo de flores que tenía Harry en sus manos.

—Nadie compra flores en estos días.

Me disculpé con las muchachas para encargarme del ramo antes de partir al gimnasio, haciendo que el chico de ojos verdes me siga con una sonrisa torcida al platicar como si se tratase del clima. —Mi primera opción era comprarte una caja de donas, pero supuse que eso tendría mayor utilidad que un ramo de flores así que me decanté por las flores.

—¿Te he dicho alguna vez que eres un imbécil? —Lo miré por debajo de mis pestañas con una sonrisa de boba, aceptando el ramillete en mi muñeca antes de enlazar mi mano con su brazo para caminar a su lado.

—Unas cuantas veces, quizás —dijo pensativamente—, pero tú eres una amargada así que nos complementamos

Abrí mi boca ofendida al verlo fijamente, sin aguantar las ganas de darle un toque inofensivo en el brazo. —¿Una amargada? No sé de qué estás hablando porque me siento como la reina de la noche.

Harry soltó una carcajada mientras caminábamos por el campus como una pareja en su luna de miel, y pese a que sentía los cuchillos de numerosas miradas clavadas en mi espalda, le seguí la carcajada con la misma soltura al entrar al gimnasio que también se había engalanado para la ocasión. Había ilustraciones de Peter Pan alrededor, decorando con luces de estrellas entre nubes esponjosas al mismo tiempo en que las agujas del reloj marcaban la hora en la torre del Big Ben de una manera que me dejaba anonadada en la entrada del lugar.

Mi cita acercó sus labios en mi oído para que vayamos a tomarnos la fotografía reglamentaria en la fila hasta el fotógrafo, así que posamos con una sonrisa que permanecería plasmada en nuestros rostros por el resto de la noche antes de ir a reunirnos con los demás muchachos en las mesas reservadas para todo el círculo de amigos.

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