Capítulo VII: Nueve maneras de trastornar a Styles.

24K 1.6K 138
                                    

Si razonaron asumiendo que ver a Harry Styles por la mañana luego de que tu mejor amiga insistiera en buscar a un chico incuestionablemente desconocido era lo bastante infernal, concluyentemente no pensaron en que toparme con Harry Styles mientras que hacía deporte era mucho, mucho peor. No tenía nada en contra de que el muchacho decidiera mantenerse en forma y viviese una vida balanceada, pero el que intentara hacerme ver como la persona que lo estaba acosando siniestramente, cuando la única autenticidad era que estaba teniendo otra de mis tantas corridas matutinas, comenzaba a irritarme como los mil demonios.

Por supuesto, mañanera a una hora razonable. No era Sarah.

―¿Has tomado como diversión el pisarme los talones, Bunny Bear?

Una mueca divertida cruzó por mi rostro con esa pregunta, cuando alcé una de mis cejas y carraspeé―. Pensaba que esa era tu tarea.

―Lo era, hasta que temí por mi vida y definitivamente deliberé que sería buena idea dejarte tranquila un rato hasta que todos tus pensamientos homicidas se alejaran. ―Movimiento inteligente. Los paseos forzados por el campus no suelen ser de mi agrado, y mucho menos si eran con él. Asqueroso, repugnante, aprovechado mugriento. Ahí estaba, con su frente ancha y la mandíbula marcada. Sus ojos verdosos tan exóticos como los de un gato, labios carnosos cual Napoleon Dynamite (solo que mucho menos agraciado) y esa espalda jodidamente amplia que me daba ganas de rasguñar hasta dejarlo chorreando sangre (no de la manera en la que piensan. ¡Por favor!). Unos pantalones cortos deportivos color negro cubrían la mitad de sus piernas, y por encima del tronco tenía una camiseta del mismo tono terminando todo el conjunto con unos zapatos Nike verde lima.

A Joan Rivers le daría algo con solo verlo.

―¿Te han contratado como policía de tránsito o naturalmente fuiste a un funeral y por sorpresa un osito gominola te vomitó en los zapatos? ―Harry soltó una risa sarcástica por mi comentario, dándose cuenta de que había ignorado sus palabras y había corrido a burlarme de él como siempre. Su alargada mano se posó en mi rostro entonces, y apretó tediosamente uno de mis cachetes antes de dedicarme una mirada inexpresiva.

―Nada como el buen humor de Aileen por las mañanas.

―Lo sé. Podría darte una ración extra. ―Le sonreí irónicamente, antes de continuar moviéndome en mi sitio para no perder el calentamiento. Resulta que llevo treinta minutos trotando por el campus (o más bien caminando muy rápido) mientras que escuchaba a todo volumen «Smile Like You Mean It» de The Killers, hasta que me encontré con el fúnebre muchacho extendiéndose un poco para empezar a correr. Él pensó que era un plan melifluamente trazado el que nos encontráramos en la parte menos concurrida del campus, pero francamente me deleitaba sentir el frescor de los árboles que muchos estudiantes no tomaban en cuenta. ¡No atañía a Harry Styles!

―Me encantaría, pero necesito seguir entrenando para mantener mi puesto. ―No quise preguntar a qué diablos se refería, porque hace mucho que había delineado una ranura invisible entre su vida y la mía. No me importaba nada acerca de él, y por deducido, no me concernía estar al tanto de qué puesto precisaba mantener. Quizás suene desalmado, a lo mejor parezca egoísta, pero ciertamente lo que hizo años pasados era algo que englobaba más de lo que yo podría llanamente olvidar. Y él estaba inclinado a que con una mera sonrisa suya conseguiría que el mundo entero y hasta el Papa se arrodille frente a sus pies, lo cual lo hacía muchísimo más insoportable.

―Entonces será mejor que deje de acosarte ―le dediqué una mirada burlona―, para que puedas continuar con tu arduo entrenamiento.

―¿No piensas ahorcarme primero?

―¿Por qué? ¿Por ser un imbécil que se aprovechó de mis situaciones femeninas, o por todas las burlas de las que he sido víctima durante los últimos años? No, por supuesto que no, Harry ―Me encogí de hombros como si nada, dedicándole una sonrisa condescendiente a su mirada suspendida. Más bien me acerqué a él, y le di un beso en la mejilla antes de separarme sin quitar la mueca en mi rostro―. He escuchado acerca de tu infelicidad y realmente espero que las cosas mejoren para ti. Sería terriblemente egoísta de mi parte el añadirte la carga de una venganza, asimismo, ¿en qué monstruo me convertiría por hacer algo así? ―Le brindé una ojeada, agasajando su hombro con sutileza.

Dating WhoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora