Capítulo LVI: Arya Hills.

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El fuego parecía continuar su curso mientras los bomberos se encargaban de ello. Lo cierto es que absolutamente todos recibían órdenes y acataban al tiempo en que los vecinos salían de los departamentos a fisgonear la escena. La ambulancia venía en camino, así que tenía una frazada cubriendo mi cuerpo, envuelta por mi prima que me infundía calor frotando mi brazo con sus manos.

―La estaba pasando canutas, ¿no es así? ―Rompí el hielo, riendo secamente.

Harry, cruzado de brazos, gruñó. Su costado se apoyaba en el automóvil donde estaba inconvenientemente sentada sobre el capó, con una expresión molesta. ―Hubiésemos llegado al hospital si te subía al auto. Tu herida sigue sangrando y nadie está haciendo nada.

―Hacen lo mejor que pueden, Harry. ―Paz comentó, sin abandonar su tarea de darme calidez. El mencionado abrió su boca y la cerró como si estuviese a punto de blasfemar contra las autoridades, pero prefirió mantenerse intacto al escuchar un par de pisadas dirigiéndose a nuestra dirección.

Mis ojos cayeron sobre mi hermano, mordiendo su labio inferior. Sus ojos conservaban su rojez, examinándome para encontrar otra cosa mala. ―Crysta ―Me llamó, arrodillándose frente a mí. Sus palmas descansaron en mis rodillas con suavidad―, esta es Arya. Ella es mi hermana Aileen. ―Habló ahora con la muchacha parada detrás de él incómodamente, y alcé la barbilla para detallarla. Su largo cabello caoba caía hasta sus hombros, con un par de ojos claros y firmes, y unos pómulos prominentes.

―Esta es una mala ocasión, lo siento mucho. ―La chica se disculpó, echando un poco de cabello detrás de su oreja―. ¿Te encuentras bien? Eso fue... intenso.

Una pequeña risa escapó de mis labios, como si hace unos minutos no estuviese en la punta del abismo. ―No hay problema, Arya. Encantada de conocerte. ―Extendí mi mano, notando las magulladuras en mi brazo. Se pondrían grotescos―. En algún momento esto será una historia graciosa, estoy segura.

Aaron bufó, con una mueca. ―Estoy seguro de que esto nunca será una buena anécdota.

Estuve a punto de batallar con mi hermano visualmente, pero le dediqué una sonrisa a la castaña y retorné con la conversación. ―Aaron me ha hablado mucho de ti. Estaba esperando conocerte algún día.

Percibí cómo mi confesión la agarró fuera de base, tomándose unos segundos para pensar en una respuesta mientras pretendía no estar ruborizada. ―Igualmente. Me ha dicho que eres una fanática de Edgar Allan Poe, lo cual me sorprendió bastante. Con un chico como él, no podría pensar que tendría una hermana como tú. ―Harry pareció hallar algo gracioso en sus palabras, porque profirió un imperceptible sonido nasal que se asimilaba a una risa burlona―. Nunca pensé que nos conoceríamos así, sin embargo.

Aaron carraspeó. ―Sí, bueno, esta de acá es mi prima Paz y el de acá es un... amigo de la familia y bufón personal, Harry.

Mi prima estrechó la mano de la muchacha, sonriendo. Harry imitó el gesto, un poco menos risueño. ―Encantada de conocerte. ―Paz gesticuló.

Antes de que cualquier réplica sea dicha, todos giramos la cabeza cuando un portazo resonó en la calle y el grito histérico lo opacó en un segundo. ―¡Mi departamento! ―La señorita Myers posó su mano en el robusto pecho, estremeciéndose. ―¡Oh, mi departamento! ¿¡Butter Bettis!? ―Los brazos de Paz me ceñieron con fuerza, notando cómo me encogí en mi lugar.

―Todo va a estar bien. ―Musitó mi consanguíneo, palmeando mi rodilla. Nuestros padres se aproximaron a la aludida con una expresión afligida, dispuestos a dialogar con la dueña del lugar que acababa de calcinar.

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