Capítulo LXII: Mi cumpleaños.

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La música electrónica retumbaba en cada rincón del local, con jóvenes adultos moviéndose en la pista o tomando bebidas en la barra. A simple vista, parecía como otra fiesta de adolescentes invadiendo Haunted Fool, pero no era tan sencillo. El lugar era más sofisticado, con sofás de cuero y mesas de vidrio. Rojo, blanco y negro eran los colores que daban vida a cada esquina, como si The White Stripes hubiese vomitado aquí en una de sus visitas a Florida.

De alguna forma, olía a Cheetos húmedos.

―Aileen. ―Sonrió Liam apenas me vio, entonces silbó―. Luciendo sexy.

―Sintiéndome sexy. ―Bromeé, tomando asiento en una de las cabinas.

Tuvimos suerte de conseguir una de las cabinas grandes, o tal vez se trataba de otro truco de magia llevado a cabo por Harry. El grupo entero logró encajar en el espacio, decidiendo que primero tomaríamos una ronda juntos para "empezar la noche con el pie derecho y dos pulgares arriba" ―obviamente, Sarah Gallagher en su máxima expresión― antes de irnos a la pista de baile. No era tonta, sabía que mis amigos tomarían mi cumpleaños de excusa para obligarme a bailar durante toda la noche.

Louis ordenó. ―Una ronda de chupitos, por favor.

Intentaba hacer el mínimo contacto visual posible. Con Harry, por supuesto. Tenía el cabello peinado hacia atrás y había venido con una chaqueta abierta y una camisa abotonada de corazones blancos. Inexplicablemente, el atuendo no lucía grotesco en él. Usando esos pantalones oscuros con esa correa en la cintura, relumbraba bastante parecido a un modelo. Un tonto, estúpido modelo.

―No eres una dominada hormonal, Parker. ―No dije en voz alta, recriminándome.

―La cumpleañera tiene que tomarse tres de golpe para larga vida y prosperidad ―Maggie, consciente o inconscientemente citó al saludo vulcano―. Al estilo Melbourne.

Abrí mis ojos con espanto, escrudiñando la pañoleta en la mano de Paz. ―No.

―No es la primera vez. ―Alzó las cejas Niall. Condenado rubio bocón.

Ignoré la mirada interrogativa de mi hermano mayor, rogando por clemencia. ―Arruinaría el ardúo trabajo de Sar. No puedo estropear el maquillaje de una forma tan atroz y soez.

Sarah me lanzó a la boca del loco. ―Mi maquillaje es más fuerte que el plomo. Resistirá la presión de una tela como esta. ―Cómo no, la reina de la fiesta. Procuré no cachetearme en frente de tantos rostros desconocidos, pensando en cuán iluso fue pensar que mi amiga estaría en contra de un festejo a lo grande. Atrapé la bandana con intrepidez.

―¡A la cuenta de uno, a la cuenta de dos! ―Cuando todos corearon el último número, saboreé de un solo golpe la bebida y comprimí el rostro al sentir el alcohol pasar por mi garganta―. ¡Otro, otro, otro! ―Me vengaría de todos y cada uno de ellos. Experimentando el aliento fogoso, empiné el segundo y ni siquiera esperé el conteo para beber el tercero.

Retiré la bandana de mis ojos, recibiendo ovaciones.

Luego de cuatro horas más o menos, consintieron que fuera a sentarme para recuperar un poco mis pies punzantes. No estaba acostumbrada a zapatear tan continuo, y mi hermano parecía querer moverse con cada canción ―¡Vamos, hermanita! Apenas tienes dieciocho años, no cincuenta y siete. La tía abuela Jessie duraba más que eso. Dame un respiro, Jesucristo―. Abaniqué mi rostro con la mano.

Los vellos de mi piel se erizaron, pegando un brinco. ―Bunny Bear.

―Bear Bunny. ―Imité el tono de su voz, claramente prendida. Harry rió.

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