CAPÍTULO 1

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Caminaba lo más rápido que mis piernas eran capaces de soportar, el viento fresco de la mañana pasó a segundo plano cuando ya iba tarde para el trabajo

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Caminaba lo más rápido que mis piernas eran capaces de soportar, el viento fresco de la mañana pasó a segundo plano cuando ya iba tarde para el trabajo.

No puedes seguir poniendo en riesgo tu trabajo, Elena.

Me había costado mucho esfuerzo hacerme de un trabajo y lo menos que podía hacer ahora era perderlo cuando todo marchaba bien y al menos ya tenía un poco de paz mental. La paga era buena y las propinas también, así que de esa manera podía cubrir todos los gastos que tenía sin preocupación alguna.

Ya estaba a pocos metros cuando miré al gerente abriendo las puertas de la cafetería mientras mis compañeros de trabajo aguardan para entrar y tengo que correr para poder llegar a tiempo y evitar una reprimenda por la demora. Alberto termina de abrir y se hace a un lado para dejar pasar al resto del personal, pero justo en eso momento su móvil parece alertarle de algo porque se aleja ligeramente de la puerta para poder atender. Así que aprovecho ese momento para colarme dentro del local sin que me pille de que llegó con el tiempo justo.

—Un día de estos el señor Alberto te reprenderá —musitó Sara, mi compañera de trabajo y mejor amiga—. Mira que lleva días buscándote problemas.

—Es un pesado que solo busca una excusa para echarme de aquí —apunte.

Desconocía la razón del por qué Alberto no me pasaba ni un poco, parecía como si de alguna manera mi presencia le incomodase y eso que había sido de lo más amable con él desde que comencé a trabajar.

—Y sí llegas tarde tendrá la excusa perfecta —atajó, al tiempo que tomó una libretilla entre sus manos.

—No voy a darle el gusto —aseguré, con una sonrisa triunfal.

Mi problema era que me costaba mucho salir de la cama y esa era la razón para tener que correr todos los días y no llegar tarde o llegar justo a tiempo como en esa ocasión.

El tipo no parecía un hombre malo, al menos no cuando me incorpore al trabajo, incluso se había portado de lo más amable y simpático conmigo, hasta que un día toda esa amabilidad desapareció y ahora me ve con si yo fuese la cosa más repugnante y molesta del mundo.

¡Engreído!

Los primeros clientes del día llegaron a los pocos minutos de que el local estuviese abierto. La mayoría de personas, por no decir todas, que visitan el lugar tienen demasiada pasta. La ropa que visten y la forma en la que hablan era un indicativo que no pasaba desapercibido por nadie. Gritaban lujo por todas partes.

La ventaja de que ese tipo de personas sean clientes de la cafetería es que sus propinas son demasiado buenas y me servían muchísimo para salir con los gastos cada mes. Darle una vida digna a mi madre y hermana era todo lo que buscaba, y hasta ahora lo estaba logrando sin ningún problema. No podía darme lujos, desde luego, pero al menos ninguna pasaba penurias.

Una Peligrosa PropuestaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora