CAPÍTULO 23

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Sí, el italiano estaba comprometido con una preciosa mujer que vivía del otro lado del mundo

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Sí, el italiano estaba comprometido con una preciosa mujer que vivía del otro lado del mundo. Misma que nos acompañaría durante al viaje a Paris. La incomodidad que sentía era horrible, ¡joder! Es que solo de pensar que estuve a punto de acostarme con un hombre comprometido se me subía la bilis a la garganta.

El vuelo privado en el que haríamos el viaje estaba a punto de despegar y mis pies no dejaban de moverse por los nervios que siempre me daban al volar. Sentía las miradas de Julia sobre mí cada segundo, al igual que Alvarez que no dejaba de verme con recelo. Nunca antes me había sentido tan incomoda con todos ellos presentes como en aquel momento.

Me imaginaba lo que Julia y Alvarez pensaban y era aterrador el simple hecho de saber que ellos creían que mantenía alguna especie de relación con Leandro Mancini, algo que era falso o bueno no del todo. Julia ya me había dejado clara su postura.

La había abordado muy temprano, después de que me dejara sola en el apartamento junto al jefe supe que ella ya tenía una idea de lo que pasaba, pero era muy prudente y mantenía distancia del tema. Ella había sido muy clara al decirme que no le importaba el tipo de relación que mantuviera con el jefe, que ella solo estaba ahí para cumplir con su trabajo y que lo demás no era de su incumbencia. Desde luego no me permitió rebatir aquel comentario y aclararle que no había ningún tipo de relación más allá de la laboral, así que ahora mismo mi mente era un remolino de pensamiento en el que resaltaba que ellos me veían como la amante, la intrusa mujer que estaba en medio de una hermosa pareja que estaba por casarse.

Maldita sea, las cosas habían ido demasiado lejos sin darme cuenta.

—Podrías dejar de moverte —pidió en voz baja

—Por supuesto —acepté.

—Tienes que estar tranquila, hoy y mañana son días difíciles —me recordó.

No sabía cómo iba a manejar todo lo que estaba pasando, me sentía nerviosa por el viaje, por el desfile y ahora hasta por esa chica que permanecía colgada del brazo de Mancini como si tuviese miedo de perderlo.

La chica, de la que hasta ahora no sabía su nombre, estaba sonriendo, casi siempre estaba sonriendo mientras conversaban. Nadie había tenido la decencia de presentarnos y lo cierto es que lo agradecía, no tenía cara para darle la mano sabiendo todo lo que había estado pasando con su prometido en las últimas semanas. Me resultaba vergonzoso, pero debía de admitir que las cosas con el italiano se me habían salido de las manos desde que lo dejé meter su boca entre mis piernas. Era simplemente humillante saber que había sucumbido a eso sin ponerme a pensar en nada más. No sé cómo pude pasar por alto que algo así existía. Él era muy guapo y exitoso, desde luego un hombre así no podía estar solo.

Tonta, tonta, tonta.

El jet privado despegó a los pocos minutos, era un viaje corto, pero aproveché para pasar con los ojos cerrados durante todo el vuelo. Fingir que dormía al menos había servido para que todos bajaran la voz, con la supuesta intención de dejarme descansar porque se avecinaban muchos compromisos para los que debía de estar radiante.

Una Peligrosa PropuestaOù les histoires vivent. Découvrez maintenant