CAPÍTULO 27

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Habíamos regresado a Barcelona y los días habían transcurrido como si nada hubiese pasado entre los dos

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Habíamos regresado a Barcelona y los días habían transcurrido como si nada hubiese pasado entre los dos. El italiano se limitaba a cumplir su papel de jefe gruñón y autoritario y yo a cumplir mi deber como su empleada.

Era inevitable no cruzarnos en el trabajo o no recibir alguna crítica dura de su parte cuando de trabajo se trataba, estaba mucho más exigente que al principio e intuía que era a causa de nuestra última conversación, pero no me importaba en lo más mínimo, estaba segura de que era lo mejor para ambos y mantendría mi postura costara lo que costara.

Terminé de recoger mis pertenencias del set donde me habían sacado las ultimas fotos, ya estaba anocheciendo y siempre era una de las últimas personas en abandonar las instalaciones.

—Elena, ¿quieres que te acerque a tu casa?

—No voy a casa, visitaré una amiga.

Julia sonrió y asintió antes de irse. Ya no era solo mi ayuda en el trabajo, se estaba convirtiendo en una amiga que algunas veces se toma el atrevimiento de darme consejos y mantenerme los pies en la tierra. Además, se encargaba de ayudarme con trámites personales como enviar dinero a mi hermana para seguir con el tratamiento de nuestra madre. Les extrañaba tanto, pero no podía acercarme, madre se pondría mal y es lo que menos necesitábamos en aquel momento.

Cerré la puerta tras de mí y caminé hasta el ascensor. Las puertas se abrieron y dentro estaba el italiano que cargaba un maletín y parecía que ya estaba de salida.

—Puedo esperar —musité sin entrar en la caja de metal.

—Entra, Elena —su voz sonó como una orden—. No muerdo, a menos que tú quieras.

Me miraba con severidad, no dejaba de resultar inquietante su presencia, la manera en la que lograba descontrolarme con solo verme, con hablarme, con tenerlo cerca. Era innegable que tenía alguna especia de poder sobre mí y mis emociones.

Di dos pasos al frente y entre, me paré a su lado y evité hacer contacto visual con él. Las puertas se cerraron y mis sentidos se agudizaron. Empezando por mi olfato que sintió su aroma inundando el espacio, su característico olor era embriagante y seductor.

Cerré mis ojos tratando de buscar calma y no pensar en todo lo que sentía, en todo lo que mi mente estaba recordando en aquel momento. No era normal sentirme tan atraída por él.

—¿Te informaron de las pruebas de mañana? —su voz salió suave, casi la sentí rozar mi piel.

—Uju —murmuré en respuesta.

No quería conversar con él, porque eso no ayudaba en absoluto a calmar mi estado de nerviosismo.

—Quiero volver a estar contigo —pronunció girándose para verme.

—Yo no —mentí—. La última vez que hablamos he sido muy clara.

No iba a admitir que esos días de distanciamiento forzado habían sido una tortura para mí también, que el deseo de estar entre sus brazos seguía intacto. No volvería a caer en ese juego.

Una Peligrosa PropuestaWhere stories live. Discover now