CAPÍTULO 25

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No terminaba de creer que dos hombres estuvieran a punto de enfrentarse por mí

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No terminaba de creer que dos hombres estuvieran a punto de enfrentarse por mí. Mi mente no terminaba de procesar cómo era posible que el italiano estuviese tan decidido a enfrentarse a Joel solo por defenderme.

—Quiero que te vayas —apunté decidida—. No hay nada que debamos hablar, así que lárgate de aquí y no me busques más.

No tenía ganas de escuchar nada que viniera de parte de Joel, lo que había visto era suficiente para saber que no merecía la pena. No caería en su juego, tampoco pensaba disculparlo.

—Te conviene escucharme, Elena —rebatió—. Cometes un error al escudarte en este hombre.

Voltee para ver a Mancini que permanecía a unos pasos de distancia, a la espera de intervenir y atento a todo lo que estaba pasando. Por suerte Julia había decidido quedarse en el cena de celebración y así no había presenciado ese escándalo.

Que vergüenza que tuviera que presenciar algo como eso. Después de todo Joel y yo ya no teníamos nada y me parecía descarado de su parte ir a buscarme y querer obligarme a hablar con él después de todo lo que había pasado. La infidelidad no es algo que deba disculparse. Las segundas oportunidades en este tipo de caso no deberían de existir.

Sin embargo, mi conciencia se encargó de refrescar mi memoria y traer el recuerdo de lo que acababa de pasar con Mancini antes de la presentación, yo también había causado que él le fuera infiel a su prometida. De alguna manera yo tampoco estaba en condiciones de hacerme la digna frente Joel.

—Solo vete —pedí.

Me escudriño con la mirada hasta que estuvo seguro que no cambiaria de parecer, la comisura de sus labios se alzaron en una sonrisa sin humor, al tiempo que sus ojos dejaban una amenaza en el aire. Sabía que aquello no acabaría ahí. Sabía que Joel tenía algo entre manos y estaba más que dispuesto a llevar a cabo lo que fuera que estaba planeando.

Paso por mi lado con altanería, quizá con la certeza de que nos volveríamos a encontrar más adelante. Le dio una mirada con mucho detenimiento a Mancini antes de salir por la puerta principal del prestigioso hotel.

Solté un suspiro de cansancio y retome mi camino a la habitación, el ascensor se abrió frente a mí y entré en la caja de metal, pero no lo hice sola, el italiano se adentró en el mismo espacio y me miró suspicaz.

Me sentí incómoda, podía percibir su mirada puesta en mí en todo momento y siempre lograba ponerme de los nervios.

—Elena, lo qué pasó hace unas horas...

—No volverá a suceder —le interrumpí—. Es más ya ni recuerdo que fue lo que ocurrió.

Sí, estaba dispuesta a fingir que no había pasado nada y esperaba que él estuviera pensando hacer lo mismo. A ninguno de los dos le convenía que aquello pasara a mayores, sobre todo cuando él era un hombre comprometido y su prometida permanecía en el mismo lugar.

Una Peligrosa PropuestaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora