CAPÍTULO 14

537 44 16
                                    

Voltee a verle entre confundida y asustada, con el italiano era muy difícil saber cuál sería su siguiente jugada, pero algo sí tenía claro, no podía fiarme de él

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Voltee a verle entre confundida y asustada, con el italiano era muy difícil saber cuál sería su siguiente jugada, pero algo sí tenía claro, no podía fiarme de él.

No respondí, prefería callarme que iniciar una discusión en la que seguramente lo mandaría a la mierda y él se enfadaría como de costumbre. Ya me quedaba muy claro que era un hombre muy temperamental, sus estados de ánimo eran demasiado volubles y los míos también, así que eso no ayudaba a mejorar nuestra relación de trabajo.

El coche se adentró en la gran ciudad, no podía dejar de admirar la cantidad de altos edificios que conformaban el lugar. Era un sueño estar ahí después de haber vivido toda mi vida en un pequeño pueblo. Era un mundo nuevo, que me asustaba, pero a la vez me generaba mucha intriga.

El coche se detuvo frente a un bonito edificio con enormes ventanales de cristal en los que podían ver muchos maniquíes con preciosos vestuarios que seguro costaban una buena pasta. El chofer abrió la puerta del lado de Mancini y no demoró en bajar, seguidamente abrió la puerta del otro lado y me ayudó a salir. El italiano solo me hizo una señal para que le siguiera y así lo hice, pero me percaté que el coche que conducía a las chicas no había llegado hasta ahí, incluso no supe en qué momento nos habían dejado de seguir.

Entramos en el establecimiento, una enorme boutique a la que no se le podía ver el fin desde la entrada nos recibió. Vestidos, zapatos, accesorios, lencerías y todo tipo de prendas ocupaban de forma estratégica todo el lugar. Se sentía muy irreal estar rodeada de todas aquellas telas finas, con aquel aroma a ropa nueva, a limpio, a lujo. A dinero.

—Bienvenido, señor Mancini —saludó un hombre de traje que se acercaba seguido de dos chicas más—. Es un gusto y un honor recibirle.

—Gracias, Matías —respondió, amable—. ¿Está todo listo?

—Por supuesto, justo como lo solicitó .

Mancini asintió complacido ante aquellas palabras, era evidente que para él lo más importante es que todo estuviera como él quería y cuando lo quería.

—Pasemos, las chicas ya tienen listas las primera opciones. —Hizo una señal con la mano cediendo el paso y Mancini asintió caminando en la dirección indicada, así que solo me toco seguirlo una vez más.

Había una enorme sala de espera con finos muebles y espejos, mesitas decoradas con elegantes floreros y velas, una mesita ratona con una par de copas y una botella de vino lista para descorchar. Parecía que estaba soñando o que era parte de una de esas películas de Hollywood, porque nada de eso llegó a pasar por mi mente antes.

El hombre que nos recibió le ayudó a quitarse la gabardina y dejarla sobre un perchero, el italiano se acomodó en el gran sillón, abrió la botella y sirvió un poco del contenido en una de las copas.

—Empecemos —anunció, justo antes de darle un sorbo a su bebida.

—Puede seguirme, señorita Fernández, le mostraré el vestidor —solicitó una de las chicas del lugar.

Una Peligrosa PropuestaWhere stories live. Discover now