CAPÍTULO 2

827 63 28
                                    

Era innegable que la mala suerte me perseguía todo el tiempo

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Era innegable que la mala suerte me perseguía todo el tiempo.

¿Por qué me pasaban esas cosas a mí? ¿Qué pecado estaba pagando?
Perder mi trabajo solo significaba una cosa, la ruina total. Cómo iba a mantener a mi familia, cómo iba a seguir viviendo en la ciudad si no podría pagar ni el puñetero piso en el que vivía.

En definitiva, estaba más salada que la sal.

—Tienes que calmarte —pidió mi amiga una vez más—. Seguro no pasa nada y seguirás trabajando aquí como si nada hubiese pasado.

¿De verdad me creía tan estúpida? Estaba más que claro que ese pijo italiano no tardaría en mandar mi culo fuera de su cafetería después de decirle todo lo que le dije.

Yo y mi bocota metiéndonos en problemas.

—Si claro y yo soy la madre Teresa de Calcuta —bufé.

El simple hecho de imaginarme siendo una desempleada más era aterrador.

Aun así, me las arreglé para terminar mi jornada de trabajo. Alberto no me había dicho nada y eso podría ser buena señal, ¿no? Después de todo me hubiese dicho que mañana no asomara ni las narices si el sin vergüenza italiano me hubiese echado a la calle.

—Eres demasiado paranoica —trató de restarle importancia mientras hacíamos las compras de la semana en un supermercado cercano al lugar en el que vivíamos—. No creo que el guaperas del jefe sea tan malo como crees.

—¿No me estás escuchando? —recriminé empezando a molestarme—. Te estoy diciendo que es un imbécil. Su propuesta es una maldita falta de respeto.

—Vamos, Elena, sabes cuántas mujeres morirían por tener una cita con él —musitó en su defensa—. Además, la chica con la que llegó es una modelo rusa de su marca y se rumora que su amante. Así que quizá mal entendiste lo que dijo.

—No mal entendí nada—dije malhumorada. Era el colmo que mi amiga le estuviese defendiendo a él y no a mí—. Estoy segura de lo que dijo y también de mi respuesta. Si cree que por ser millonario puede pisotear mi dignidad, la lleva clara.

Desconocía quién era él, nunca me ha gustado leer o ver programas de chismes, farándula y demás, son cosas que no me van ni me vienen y menos ahora que sabía el tipo de imbécil que formaba parte de esa sociedad elitista que son solo apariencia.

Compré solo lo que hacía falta en la alacena, no me gustaba hacer gastos innecesarios porque mi sueldo no me daba para lujos.

Caminé cargando el par de bolsas que había sacado del súper y me despedí de Sara que vivía en el edificio de la otra calle. Tenía la desgracia de vivir en el sexto nivel y el elevador estaba dañado desde hace meses, así que subía las malditas escaleras todos los días y era agotador. Me quite las zapatillas y las lleve en una mano para poder subir descalza. No soportaba un minuto más esas armar mortales que tienen mis pies acalambrados.

Una Peligrosa PropuestaWhere stories live. Discover now