CAPÍTULO 7

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Capítulo dedicado a Gabybook5Gracias por siempre dejar comentarios tan lindos

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Capítulo dedicado a Gabybook5
Gracias por siempre dejar comentarios tan lindos.

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Salí de aquel ascensor sientiendo mi sangre caliente correr por mis venas, no podía creer que el italiano se atreviera a tanto con tal de humillarme, estaba yendo demasiado lejos y no pensaba caer en su juego.

—Señorita, no puede pasar —se apresuró a tratar de detenerme una de las chicas de la recepción—, el señor está ocupado, señorita, por favor.

La aparté de mi camino con brusquedad importandome una mierda parecer una loca sin educación. Abrí la puerta de la oficina y le miré sobre su silla y un hombre de traje sentado de espaldas a la puerta.

—¿Quién demonios crees que eres? —chillé cabreada.

—Señor Mancini, trate de detenerla, pero no pude.

Él no me quitó la vista de encima, podía notar la molestia en su mirada, pero seguro no estaba más molesto que yo por lo que pretendía que hiciera. Menuda forma de darme trabajo tenía el cabrón.

—Está bien, Carmen, la señorita Fernández ya se va —dijo con serenidad.

—No me iré a ninguna parte sin que me escuches, maldito imbécil —refute—. No sé quién te crees, pero no voy a jugar tu juego estúpido, si está es tu venganza no pienso caer en ella.

—Elena Fernández, salga de mi oficina ahora mismo —gruñó con la mandíbula apretada, pero no me moví de mi lugar—. Es una orden —agregó.

—Claro que me voy, pero no solo de tu oficina, me largo de este maldito lugar —asevere y salí por aquella puerta seguida de la recepcionista.

No pensaba vestirme de prostituta solo porque él me vio cara de una. Ni de coña. Salí del edificio aún cabreada, no podía creer el macabro plan de ese hombre, ¡Joder! Estaba desquiciado. No solo me había humillado con su propuesta, me echo del trabajo y ahora me quería como su prostituta fina, vaya cinismo del cabrón.

¡Que le den!

Camine por la calle sin importar que llevaba aquel vestido entallado que dejaba a la vista la forma de mi cuerpo, sin importar que estropearlo significa ir a parar a la cárcel por no poder pagarlo. Mi móvil empezó a sonar y de inmediato lo tomé, el nombre en la pantalla me hizo detener el paso.

«El Jefe llamando» leí con la vista y trague en seco. Descolgue y lleve el aparato hasta mi oído.

—Señorita Fernández, regrese a la compañía ahora mismo o de lo contrario tenga por seguro que tendrá muchos problemas —dijo sin esperar a que dijera algo—. Le recuerdo que firmó un contrato y si no lo cumple no le alcanzará la vida ni a usted, ni a su familia para pagar la demanda.

Una Peligrosa PropuestaWhere stories live. Discover now