CAPÍTULO 30

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El sudor corría por mi piel como si hubiese tomado un baño, mi respiración era errática y mi corazón bombeaba con fuerza contra mis costillas

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El sudor corría por mi piel como si hubiese tomado un baño, mi respiración era errática y mi corazón bombeaba con fuerza contra mis costillas. Sentía cada músculo de mis piernas vibrando bajo mi piel, pero eso no hizo que me detuviera, al contrario seguí haciendo aquella rutina de ejercicio que Alexa me había asignado. Sentadillas con peso.

—Perfecto, Elena. Terminamos el entrenamiento de hoy —anunció extendiéndome una toalla para secarme el sudor.

Mire el reloj y eran las siete de la mañana, había entrenado dos horas, en las que solo había tomado descansos de tres minutos en cada ejercicio.

Me temblaban las piernas y me dolían los brazos, pero tenía que acostumbrarme a ese dolor si quería empezar a ver cambios pronto. Alexa aseguraba que en treinta días podía ver resultado si era constante y tenía disciplina. Confiaba en ella y seguía sus indicaciones, incluidas esas en la que me prohibía ir a comer hamburguesas.

Salí del gimnasio con la promesa de que mañana estaría de vuelta a la misma hora para seguir con las rutinas. Estaba dispuesta a ser la mejor versión de mí misma.

Pase por el apartamento para tomar un baño y escoger la ropa de ese día, para mi sorpresa cuando llegue Julia ya me espera en el interior.

—Te prepare unas tostadas para desayunar y tu ropa de hoy está lista en el vestidor —dijo desde la sala de estar.

—Que eficiente —halague.

Ella respondió con una sonrisa y siguió prestándole atención a algo en el móvil.

Tome un baño y me vestí rápidamente, tenía poco menos de una hora para estar en la compañía y empezar mi jornada de trabajo. Agradecí que el vestuario que Julia había elegido no incluyera tacones, porque mis piernas no estaban listas para llevar esas armas mortales durante todo el día. En aquella ocasión iba más relajada con una falda de cuero negra, una blusa blanca, unas botas de mediano tacón y un abrigo largo. Me maquille con lo más básico y salí a la cocina para comer algo antes de irme.

Cuando salimos del apartamento me percaté que el coche que nos esperaba no era el de Julia, era un coche de la compañía y uno de los conductores de Mancini.

—¿Y tu coche? —pregunté.

—Se averió, así que he solicitado a la empresa que nos asigne uno mientras el taller repara el mío —explicó.

El camino a la compañía fue rápido, a pesar de que a aquellas horas el tráfico se volvía pesado.

La jornada laboral comenzó exigente como de costumbre. Pruebas de ropa, maquillaje, peinados, fotografías. Todo era una locura cuando se acercaba un desfile. Y estábamos a exactamente un mes para el lanzamiento de la próxima colección. Todos parecían preocupados y trabajando bajo presión, era como si temieran que algo malo pasaría.

Cuando la hora del almuerzo llegó una de las chicas entró cargando unas bolsas y me las extendió. Las tome un poco dudosa. Cuando abrí la bolsa una nota me recibió:

Una Peligrosa PropuestaWhere stories live. Discover now