CAPÍTULO 5

677 61 71
                                    

No podía apartar mis ojos de aquel hombre de gesto duro e intimidante, mi cuerpo parecía de piedra porque no podía hacer el más mínimo movimiento a pesar de lo que él me había ordenado

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

No podía apartar mis ojos de aquel hombre de gesto duro e intimidante, mi cuerpo parecía de piedra porque no podía hacer el más mínimo movimiento a pesar de lo que él me había ordenado.

Cerré mis ojos un par de segundos tratando de calmar mis nervios que parecían aumentar con el pasar del tiempo, pero un resquemor me abrasaba el pecho haciéndome sentir miserable al estar bajo la mirada de un hombre extraño que estaba pagando por meterme en su cama. Estaba aceptando la propuesta más denigrante que había escuchado en la vida.

Suspiré, despacio para reunir el valor que en ese momento me había abandonado. Llevé una de mis manos hasta un costado para bajar el cierre de aquella costosa prenda de vestir, mis ojos se cerraron para no ver la reacción de aquel hombre al verme desnuda frente a él. No podría vivir recordando su mirada lujuriosa y pervertida sobre mí, prefería no saber si le gustaba o le desagradaba por completo. Terminé de bajar los tirantes del vestido y este no demoró en caer a mis pies. Di un paso atrás para salir del vestido y sentí mi piel erizarse al quedar en ropa interior en aquel lugar tan frío.

Mi pecho subía y bajaba con rapidez, parecía que mi corazón se saldría en cualquier momento y sentí una lágrima resbalar por mi mejilla izquierda. Una mezcla de vergüenza, de rabia, de dolor, de miedo y de impotencia se arromeolinaba en mi interior. Necesitaba que aquella noche terminase pronto, aunque el recuerdo de lo que estaba por ocurrir perduraría para toda la vida.

Di un respingo en mi lugar en el momento que sentí los dedos del italiano subiendo por mi brazo en un suave roce que hizó que un suspiro tembloro escapara de mi boca.

—Estás muy tensa —murmuró tan cerca de mi cuello que pude sentir su respiración rozandome la piel—. Tienes que calmarte porque así no me sirves —apuntó.

Él no lo supo y yo no sé lo haría saber,  pero aquellas palabras abrieron una brecha dentro de mí. Una que quizá no volvería a cerrarse por muchas curas que le buscará. 

Una de sus manos se entrelazó con la mía y me halo sutilmente, así que no me quedo más remedio que abrir los ojos y caminar tras de él. Me llevo hasta una hermosa sala de estar en la que había una chimenea encendida dando calor al lugar. Se sentó en el gran sofá en forma de L y me miró expectante.

No sabía que hacer y él permanecía en silencio. Se quitó el saco de vestir y soltó los dos primeros botones de su camisa blanca, mire como sus largos dedos se movían en aquella tarea para poco despues enrroscar las mangas a la altura de sus codos.

—La noche es larga —musitó volviendo a poner toda su atención en mí—. ¿Te gusta las noches largas o cortas? —pregungó con una sonrisa ladeada.

Era evidente que aquella pregunta tenía un doble sentido, bastaba con ver la sonrisa en sus labios para saberlo.

—Si es en mala compañía me gustan cortas —contesté sin titubear.

Una Peligrosa PropuestaWhere stories live. Discover now