CAPÍTULO 16

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Las manos me sudaban y el corazón me bombeaba con fuerza dentro del pecho, era una sensación extraña que no sabía cómo controlar mientras permanecía del otro lado de la puerta de la hermosa habitación que me habían asignado hace tan solo unos minutos

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Las manos me sudaban y el corazón me bombeaba con fuerza dentro del pecho, era una sensación extraña que no sabía cómo controlar mientras permanecía del otro lado de la puerta de la hermosa habitación que me habían asignado hace tan solo unos minutos.

No estaba acostumbrada a tantas atenciones, pero no me disgustaba en absoluto sentir que alguien estaba al pendiente de todo lo que hacía y necesitaba. Sin embargo, en aquel momento no sabía que estaba pasando, solo miraba como dos chicas preparaban la bañera y traían un carrito cargado de canapés y una botella de vino. Cosas que yo no había pedido, desde luego, pero que ellas tampoco estaban dispuesta a explicar.

Camine de regreso a la habitación, dejando a las chicas hacer su trabajo y maldije no poder huir de ese lugar. Sentía el peligro. Mí intuición nunca me fallaba y me gritaba que me alejara, que estaba jugando con fuego y podía salir quemada al primer movimiento en falso que diera.

Estaba asustada, eso no se podía ocultar por más que lo intentara. Era una maldita tortura no saber que estaba pasando por la cabeza de ese italiano de ojos hermosos que me había hecho una promesa al solo poner un pie en este lugar.

—Hoy voy a follarte tan rico que vas a querer repetirlo. —Fueron sus palabras antes de perderse en el interior de la mansión.

Yo no iba a permitirlo y él no sería capaz de obligarme, ¿verdad?

No pensaba acostarme con ese hombre, por Dios, cómo podía ese energúmeno si quiera imaginar que solo porque él quiere meterse entre mis piernas yo se las abriré a su antojo. No, señores, no iba a a permitir que las cosas llegasen tan lejos. Él, Mancini, era mi jefe y hasta ahí es donde debía de llegar.

Elena, devoró tu vagina con su boca y hasta ahora recuerdas que solo lo quieres como jefe. Ajá, sí, solo el jefe.

Ni quiera sabía porque había permitido que me  hiciera tal cosa. Seguramente estaba bajo los efectos de alguna sustancia, porque yo no podía tener esos alcances con alguien como él. Joder, es que solo con verlo ya sabemos que ese hombre es todo menos bueno y los hombres malos deben de estar lejos de mi vida, incluido él que tiene esos ojos tan maravillosos y cautivadores.

—Señorita, su baño está listo —anunció una de las empleadas—. En unos minutos su ropa estará aquí y dispondrá del personal necesario para maquillaje y demás. El señor la esperará en la terraza principal.

¿Ropa? ¿Maquillaje? ¿Terraza?... ¿qué diantres estaba pasando?

—¿Dónde está Julia? —interrogué porque ella era la única que podía decirme que estaba pasando. Se supone que tenia mi agenda y debería indicarme todo y no tenerme como una loca  sin saber que pasaba.

—No hay nadie del equipo en casa, todos han sido trasladados a otra propiedad —informó.

—Es broma, ¿cierto? —No podía ser verdad. No podían dejarme aquí, sola como si nada y ni siquiera avisarme. Debía ser un broma de mal gusto—. Anda, dile a Julia que venga.

Una Peligrosa PropuestaDove le storie prendono vita. Scoprilo ora