CAPÍTULO 13

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Olvide como se respiraba mientras los ojos de ese hombre me escudriñaban y una sensación de pesadez se instalo en la boca de mi estómago

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Olvide como se respiraba mientras los ojos de ese hombre me escudriñaban y una sensación de pesadez se instalo en la boca de mi estómago.

—¿Qué cojones estabas pensando? —bramó enardecido a muy poca distancia de mí, bastarían un par de pasos para que invadiera mi espacio personal—. ¡Te ves espantosa, joder!

Nadie se había atrevido a decirme que me veía como un espanto; quizá lo pensaban, pero no me lo dijeron nunca. Sin embargo, el italiano no era como todas las personas, él decía todo cuanto pensaba sin importar el daño que causarán sus palabras. Él, Leandro Mancini, era capaz de agrietar hasta la piedra más fuerte con un par de palabras.

—Yo no pensé...

—¡Exacto! —interrumpió con fastidio—, tú no piensas y ese el puto problema.

Las lágrimas amenazaban con volver a salir de mis ojos frente a ese hombre tan cruel y despota que tenía en frente. No había pensado en las consecuencias de llorar toda la noche, olvide por completo el maldito desfile y la reprimenda estaba bien merecida, aun así me era inevitable no sentir que él era injusto.

—Lo siento —murmuré.

—Es bueno que lo sientas, pero no me sirve de nada —espetó y negó con la cabeza, para después pasar una de sus manos por el rostro con evidente frustración—. No tienes ni puñetera idea de todo lo que acabas de joder —giro sobre su eje dándome la espalda—. ¡Valentina! —llamó con voz elevada y de inmediato la puerta se abrió dejando entrar a la chica—. ¿Sugerencias?

Valentina tragó con dificultad, pude ver como la manzana de Adán se movió en su garganta. Estaba nerviosa y la entendía, yo también lo estaba.

—Señor, sugiero que la señorita Raisa haga el desfile —respondió sin poder sostenerle la mirada al italiano.

—No se puede —negó—, el anuncio dice que tenemos una nueva modelo, no podemos echarnos para atrás o la prensa nos acabará.

La puerta se abrió y el señor Alvarez entro.

—Leandro, tengo la solución —apuntó—. Cerremos con el conjunto de la colección pasada, Raisa no pudo usarlo, pero ya verifique y las tallas coinciden.

—Sabes que no hay más piezas disponibles y los catálogos ya se enviaron —respondió—. Mostrar algo que nadie podrá obtener es un insulto.

—Será una pieza única y vamos a subastarla en el siguiente desfile en París —acotó—. Podemos hacer publicidad hoy mismo y anunciar la subasta.

El italiano se quedó en silencio, tal vez meditando las palabras de Diego Alvarez, que parecía estar seguro de lo que decía. Despues de todo era él quien estaba acargo de la colección según lo que Valentina me había dicho.

—Vale —aceptó tras un momento—. Envía a alguien al almacén a traer esa pieza en menos de veinte minutos y que preparen el anuncio ya mismo.

Diego Alvarez asintió y dejó escapar el aire por la boca. Se notaba que estaba demasiado tenso con todo lo que estaba pasando, pero yo seguía sin comprender de que conjunto hablaban. El italiano salió y Valentina soltó un suspiro.

Una Peligrosa PropuestaWhere stories live. Discover now