CAPÍTULO 32

180 20 14
                                    

Iba a enloquecer sí seguía en aquel lugar, no quería ver a Mancini, no quería ver a nadie

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Iba a enloquecer sí seguía en aquel lugar, no quería ver a Mancini, no quería ver a nadie. Estaba cansada de toda esa mierda que parecía no tener final.

El italiano era un maldito cabrón que solo le importaba demostrar que tenía todo el poder en sus manos, pero ya era suficiente, ya no podía seguirle dando gusto de verme derrotada y haciendo su voluntad todo el tiempo. No podía seguir en ese juego. Sí, de alguna manera muy estúpida ese hombre me gustaba, sexualmente sentía una atracción infinita por él, pero eso no era razón para someterme a su voluntad.

Baje del taxi en un centro comercial, ingrese y me dispuse a recorrerlo sin ningún motivo ni razón. Solo necesitaba despejar mi mente.

Entre a una cafetería y el olor a café y pan recién sacado del horno inundó mis fosas nasales y mi paladar deseo sentir el sabor. Así que tome asiento en la parte más lejana de los demás comensales y espere a que una chica viniera a tomar mi pedido. No demoró nada en aparecer y tomar la orden. Tome el móvil y conteste algunos mensajes de Sara y envíe uno a mi hermana. Necesitaba saber que madre estaba bien después de todo lo que había pasado.

Cuando alce la vista del aparato entre mis manos un hombre estaba junto a mi mesa y me sonrió amable cuando nuestros ojos se encontraron.

—Que gusto volver a verte, bella —su acento italiano me recordaba a Mancini—. ¿Me permites sentarme?

Asentí, sin dejar de mirarlo.

Francesco era un hombre muy guapo, de aspecto varonil y serio, pero amable. Era ese tipo de persona que parecía misteriosa y simpática al mismo tiempo.

—He visto la campaña que han lanzado y es un espectáculo —apremió—. Han sacado lo mejor de ti en esas fotos. Todo se te ve perfecto.

Un sonoro suspiro escapó de mi boca al recordar cada una de las fotografías que recibió mi madre. Quería hundirme en aquella silla y llorar sin que nadie me viese.

—¿Pasa algo? —increpó con un ligero tono de preocupación—. No pareces contenta.

—No lo estoy —admití, sincera—. Ese trabajo me ha costado todo. Lo he perdido todo por mostrarme al mundo casi desnuda.

Necesitaba desahogarme, necesitaba sacar todo lo que llevaba dentro que parecía estarme ahogando. No sabía si Francesco era una persona de confianza o no, pero en ese momento poco o nada me importó.

Mi boca empezó a soltar toda la historia, en un relato amargo y doloroso. En cómo el destino me había llevado hasta la puerta de Mancini, claro omití que estuve a punto de acostarme con él por dinero, pero fui sincera al confesar que la necesidad y desesperación me habían hecho aceptar una propuesta que desde el comienzo me pareció humillante.

Era cierto que ya no tenía nada que perder, ya lo había perdido todo. Mi familia que era lo más importante me habían exiliado y solo me restaba seguir adelante sola. No sabía a dónde ir, no sabía dónde refugiarme.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Feb 20 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Una Peligrosa PropuestaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora