Día 12

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Día 12
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10 años atrás.

Un drama sonaba a todo volumen en la pantalla de la sala, el reloj marcaba las 24:30 del sábado; un niño de trece año se levantó a beber un poco de agua, desde pequeño había tenido problemas para dormir, llámese un pequeño ruido o la terrible sed que pasaba en verano, para el pequeño Nakahara Chuya su infancia no resultaba tan colorida.

Su madre siempre veía dramas en la televisión, no importaba la hora, en el suelo se arrumbaban paquetes con los discos a un lado. Chuya entendía que se trataba porque su padre no le daba la suficiente atención a su madre, rara vez comían juntos, salían de paseo o pasaban un fin de semana agradable. La mujer acostada en el sillón solía desquitarse contra él cuando recordaba la ausencia paternal, esto forjó demasiado pronto el carácter de Chuya: se volvió impaciente, cualquier pequeña cosa lo ponía a la defensiva, pero quien supiera tranquilizarlo de la forma correcta tenía abierto el paso para hacerlo entrar en razón; algunos amigos cercanos le decían que se comportaba como un perro chihuahueño.

Para Chuya creer en el amor era una cosa impensable, se preguntaba porque su madre veía dramas románticos cuando en repetidas ocasiones había expresado ya no amor a la persona que fungía como figura paterna; ¿se sentía sola?, ¿quería llenar su vacío emocional?, ¿por qué de pronto le era más fácil desquitarse con él?

Pronto lo comprendió, el trabajo de su padre implicaba su ausencia a excepción de los días festivos. Sí hacia memoria lo más atrás que podía de su consciencia, su madre siempre estaba con los ánimos hasta el suelo en el Hanami porque su padre prometía llevarla a un buen lugar con vista a las flores de cerezo. 

Aún así, la mayor parte del tiempo su madre solía expresarse de formas horrendas de su padre. Formas inimaginables que solo pasarían a la historia una vez que el señor se jubilara dentro de muchos años después, años que parecían demasiado distantes.

A sus quince años, Chuya se maldijo bastante. Le había costado demasiado trabajo terminar de pulir su personalidad en base al carácter que su madre había forzado a salir en él, le había costado adaptarse a expresar sus sentimientos de una manera neutral... Chuya se enamoró de un chico ruso que había llegado de intercambio a su escuela, el latir de su corazón se había vuelto un nuevo motivo para interrumpirle el sueño, los nervios debido a su confusión lo hacían sentirse inapetente y cuando le tocaba despertarse, lo hacia con el ánimo pisoteado.

-Me gustas, Nakahara-kun.

La voz del ruso era como un susurró a su corazón, sus ojos violetas lo hacían sentirse perdido y apenas lidiando con sus sentimientos logró corresponder sus sentimientos. Una sonrisa tan perfecta se hizo presente en el rostro del chico de intercambio y cuando una increíble propuesta de empezar una relación formar se estaba acercando...

Chuya despertó.

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-Al fin abres los ojos, bello durmiente.

Dazai estaba parado frente al tocador de la habitación, exprimía un trapo en una pequeña bandeja y finalmente se acercó al pelirrojo quien miraba con confusión su entorno.

-Tienes fiebre, debes dejar de preocuparme así -soltó un suspiro desgastado-. ¿Te sentiste mal antes de ayer? -colocó el trapo sobre la frente descubierta de Chuya.

-¿Mal? Ah, no lo sé -trató de recordar-. No suelo enfermarme, ¿qué hora es?

-Diez de la mañana, no te fuerces. Has dormido demasiado, ¿quién diría que tienes el mal habito de hablar dormido? Aunque debo suponer que se debe a que estabas delirando.

Fake Lover | Soukoku - BSDWhere stories live. Discover now