III

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-Fue un buen desayuno.

-Gracias... aunque siempre dices lo mismo.

-Porque es la verdad.

-¡Oh Emmet! Uno: sabes que la adulación no va a llevarte a ningún lado, y dos – revolvió de mala gana el contenido de su plato –: realmente no sé cómo puedes mentir de una forma tan descarada.

-Tengo talento. Mejor dime ¿cómo demonios le hiciste para prenderle fuego al tocino?

-Tal vez de la misma forma misteriosa en que me las arreglé para quemar los huevos.

-Y el pan – añadió Emmet levantando la rebanada de pan ennegrecido.

-Y el pan – concedió el castaño.

-Mira Alec, no es crítica y no quiero que lo tomes a mal pero... creo que tan santa como era, tu madre pudo no haber hecho lo correcto al no permitirte entrar nunca en la cocina.

-Eso fue principalmente culpa de mi padre.

-Tu padre murió hace dos años.

-¿Y eso qué?

-No puedes usar a un muerto como pretexto.

-Sí. De hecho no sólo puedo sino que de hecho voy a hacerlo. Además, los viejos hábitos son difíciles de romper.

-Sí, y por eso yo formaré el pequeño hábito de llegar correctamente desayunado cada vez que me invites a tu casa.

-¡Oye! ¡Eso fue grosero! Además en todo caso la culpa fue tuya.

-¿Mía?

-Sí, tuya por tener expectativas de mi cocina.

-Asumo esa responsabilidad pero seamos realistas: para vivir solo por seis meses seguidos...

-He progresado lo suficiente como para preparar una taza de café sin que el agua se consuma por completo y dejémoslo así – (medio) bromeó Alec.

-Como digas.

Así sin más Emmet ayudó a Alec a lavar los platos, Alec encendió la televisión en la repetición de una (muy) vieja telenovela y los dos se sentaron en el estrecho sillón que ocupaba toda la pared de la sala del castaño. Por un muy largo rato permanecieron en silencio pero finalmente fue Emmet el que suspiró de forma audible y miró fijamente a la pantalla.

-Alec, tal vez sea un poco pronto para esto pero quiero... no: necesito pedirte un favor.

-¿Eh? Sí ¿qué necesitas?

-Necesito urgentemente un consejo de mi mejor amigo.

-¿Un consejo?

-¡Sí! Y esta puede ser una conversación muy incómoda porque es algo que tiene que ver con la persona que me gusta – dijo a bocajarro y esas palabras evidentemente rompieron algo en el castaño, quien miró al otro con una extraña mezcla de disgusto, alivio, tristeza y varias cosas más que no estaba muy seguro de querer identificar.

-Te escucho – respondió Alec finalmente. Era casi una ley en la ciudad que si Emmet pedía un consejo a Alec él siempre daba lo mejor de sí para decir lo correcto y al demonio si ahora iba a fallar por una razón tan absurda como las emociones desbocadas.

-Yo... ¿prometes que escucharás toda la historia antes de juzgar?

-¿Alguna vez he hecho algo diferente?

-No.

-Entonces deja de perder el tiempo y habla – espetó sintiéndose menos paciente que de costumbre.

ALECWhere stories live. Discover now