XIII

19 5 22
                                    

Se despertó con la boca seca y una ligera sensación de mareo.

Como lo había estado haciendo desde que su cabeza tocó la almohada por primera vez buscó a tientas la botella de agua que Amelia se había asegurado de dejar junto a su cama. Después de tomar el último sorbo que quedaba en ella sintió la necesidad de orinar, así que se incorporó y salió de la habitación con la intención de dirigirse al único baño del departamento.

Una vez terminado su negocio jaló la cadena y pensó en lo agradable que sonaba algo de comida en ese momento.

Sólo que, la persona que menos se hubiese atrevido a esperar lo estaba mirando desde el sillón menos estrecho en su pequeña sala de estar.

-A... ¿Alec? – preguntó con una voz que le sonó desagradablemente afónica.

-Mmm... - el castaño se frotó el sueño de los ojos evidentemente desorientado y después fijó esos dos pequeños y negros ojos en el hombre vestido con pijama de franela – hola.

-Tú... ¿qué estás haciendo aquí, Alec?

-Amelia me llamó – explicó en medio de un bostezo –: dijo que estabas resfriado.

¿Amelia hizo qué?

-¿Amelia te llamó porque estaba resfriado?

-Sí. Ella no se sentía a gusto de dejarte solo en casa cuando estabas enfermo así que...

-¿Te pidió que vinieras a cuidarme?

-Sí.

-Y tú... tú viniste.

-Sí, evidentemente.

-Viniste a pesar de que los últimos meses has buscada prácticamente cada excusa habida y por haber para no quedarte a solas conmigo, y a pesar de que ayer fue viernes y por tanto trabajaste un turno extendido hasta las seis de la mañana – terminó la frase apenas y tuvo que toser de incomodidad.

-Sí yo...

¡Oh cielos! ¿No era un Alec Mack nervioso lo más adorable que podía existir en esta tierra? (Su propia hermana a un lado, claro está).

-Lo siento. Amelia no debió molestarte por una trivialidad como esta.

-No considero que tu salud sea una trivialidad – respondió Alec de inmediato – y le agradezco que me llamara.

-Hablando de la Reina de Roma ¿dónde está ella?

-En la escuela, por supuesto.

-Entonces siempre sí salió. Es algo bueno; la muy necia insistía en quedarse a cuidarme ¡Ja! ¡Cómo si ella no tuviera cosas más importantes que hacer! Aun así, insisto en que no debió molestarte.

-Ya te dije que no es molestia. Pero en todo caso ¿qué haces levantado?

-Visité el retrete. Sólo eso.

-Perfecto, si has terminado entonces puedes volver a la cama.

-Tú... ¿qué hora es?

Frotándose los ojos el castaño buscó el reloj que Emmet había colgado en la pared por sobre la televisión.

-1:37 – anunció – pero ya que es tu día libre no vas a llegar tarde al trabajo.

-¿1:37? ¿Desde qué hora estás aquí?

-Mmm... poco antes de las diez.

-¡Antes de las diez! Dios ¿cómo permitiste que Amelia te sacara de casa a tal hora impía?

-Emmet, he estado durmiendo en tu sillón desde que llegué así que ya deja de hacer tanto drama.

-¿Estás diciendo que mi pequeño sofá es más cómodo que tu cama? – cuestionó el pelirrojo divertido.

-No pero tus vecinos son muchos más silenciosos que los míos. Y ya hablando en serio: deberías volver a la cama.

-Alec...

-Si vas a decir que puedo irme ahórratelo: estás afónico y ese color amarillento no te sienta nada bien.

-Esto... - el pelirrojo dudó bastante rato pensando en lo qué podía decir a continuación, hasta que la idea de que Alec probablemente también podía tener hambre cruzó por su mente – preparé bastante caldo de carne y verduras ayer. Si como sospecho viniste sin desayunar y ahora deseas tomar algo...

-Dime dónde está el caldo. Calentaré suficiente para los dos y te llevaré algo a la cama en cuanto esté listo.

-Estoy lo bastante bien para calentarlo yo y...

-¡Oh vaya! Y yo que estaba seguro de que te gustaría tener a alguien que te consintiera un poco para variar; o ¿será acaso que no confías en que yo esté en la cocina? – dijo el castaño fingiéndose ofendido.

-Alec – rodó los ojos el otro – me encanta que me consientas y sé bien que eres más que capaz de calentar un poco de caldo sin quemar la cocina ¡es más! Hasta podrías cocinar y tu comida tendría buen sabor a comparación del menjurje maloliente que estoy tomando...

-¿Gracias? – de pronto Alec tenía un poco menos de ganas de cuidar a su amigo.

-...pero yo... en verdad siento que me estoy aprovechando de tu amabilidad.

Esa respuesta dejó al castaño sin palabras con una mirada desconcertada en su rostro, después a Alec no le quedó de otra que sonreír con cariño porque en verdad ¿cómo podía Emmet hacer un comentario tan chocante un minuto, y otro completamente lindo al siguiente?

-Mmm... déjame entender esto: si bebo de más, pierdo la cordura y te doy un beso en los labios tú puedes seguir el beso y meterme la lengua hasta la campanilla, tratar de arrancarme la ropa y después seguirme molestando respecto a eso por varios meses sin ninguna clase de remordimiento. Pero, si tu dulce hermana me llama porque estás enfermo, vengo aquí voluntariamente y te ofrezco calentar la comida que de hecho preparaste tú (aclarando además que yo también voy a comerla), entonces sientes que te aprovechas de mí. Emmet ¿no te parece que tu comprensión de las cosas es un poco extraña?

El pelirrojo soltó una risa baja que le molestó la garganta hasta convertirse en una tos.

-Oh Alec, siempre cuento contigo si necesito exponer las cosas de una forma cruda. Pero no: mi comprensión de las cosas no es para nada extraña.

-Sí, por supuesto que sí lo es, pero honestamente no voy a iniciar una discusión al respecto justo ahora.

-Hablando de eso por qué... - pero su pregunta se cortó por una repentina sensación de debilidad que lo obligó a reclinarse contra la pared.

-¿Te sientes muy mal? – cuestionó Alec llegando a su lado en un instante y pasando su brazo por la espalda del pelirrojo para ayudarle a apoyar su peso.

-La última vez que comí algo además del menjurje nauseabundo de Amelia fue ayer a las ocho de la mañana – respondió el otro – estoy un poco débil pero sólo es eso.

-"Sólo es eso" – repitió el castaño sarcásticamente, asumiendo en automático que el "menjurje nauseabundo" del que su amigo hablaba debía ser alguna medicina para el resfriado – bien, entonces vas a irte a la cama en este momento y vas a esperar ahí a que el caldo esté caliente ¿queda claro?

-¿Alguien te ha dicho alguna vez que eres bastante mandón?

-Sí y me alegro que tú te sientas lo bastante bien como para notarlo ¡ahora haz lo que te digo y vuelve a la cama!

ALECDonde viven las historias. Descúbrelo ahora