XXXIX

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Como muestra de luto y respeto por la muerte de Samantha, el jefe había decretado que el antro cerraría sus puertas esas noche, razón por la cual lo primero que hizo Alec al llegar a casa (su casa) fue arrojar la ropa de luto al cesto de ropa sucia; después se metió a la ducha y, lavando y frotando su cuerpo vigorosamente debajo del chorro de agua caliente, buscó relajarse tanto como le era posible dada la situación.

Salió de la ducha con el pelo goteando agua, se puso bóxeres limpios con una camisa sin abotonar y, aunque en realidad no tenía ningún apetito, Emmet insistió en conducirlo a la cocina y servirle un plato de una sopa de verduras y pollo deshebrado.

A pesar de las mejores intenciones de ambos, no pasó mucho tiempo antes de que se demostrara que el esfuerzo era totalmente infructuoso.

-No puedo comer más – susurró después de obligarse a llevarse a la boca la mitad del contenido del plato – lo intento en verdad pero...

-Está bien – lo entendió el pelirrojo retirando ambos platos (medio llenos) de la mesa – yo tampoco me siento con ánimos de nada.

Se hizo un largo silencio sólo interrumpido por el sonido del agua corriendo por el grifo y el trinar de los platos mientras se los fregaba, pero no pasó mucho tiempo antes de que la calma se convirtiera en algo insoportable.

-¿Emmet? – pidió el castaño sintiendo finalmente que las lágrimas lo ahogaban.

-¿Sí?

-Por favor ¿podrías quedarte hoy? Me siento...

-Te entiendo. Me quedaré sin problema.

-Gracias.

Sin necesidad de que su compañero dijera algo más el pelirrojo cruzó la pequeña cocina y envolvió sus brazos alrededor del cuerpo más delgado de Alec.

-Alec – intentó nuevamente Emmet –, si quieres hablar al respecto...

-No. No quiero hablar de nada, pero...

-Estaré a tu lado – prometió el pelirrojo entendiendo lo que el otro no se atrevía a decir – estaré a tu lado siempre que quieras que lo esté, y te escucharé cuando estés listo.

Con esa promesa ambos se retiraron a la habitación, enredaron sus cuerpos lo más que les fue posible en la cama del más joven y permitieron que el sueño los reclamara a través de la presencia reconfortante del otro...

Y entonces los ojos de Alec se abrieron dándose cuenta el castaño de que ahora estaba en un hermoso (y enorme) jardín lleno de rosas blancas que perfumaban el ambiente con un aroma delicioso transportado diligentemente por la brisa del atardecer.

Un pasaje hermoso sin duda pero ¿por qué demonios estaba soñando con ese lugar en un día como ese?

-¿Qué hago aquí? – Se preguntó en voz alta (¿por qué en voz alta? No había querido hablar pero sus pensamientos simple y sencillamente se materializaron en sus labios sin que pudiera evitarlo) – y ¿qué es este lugar?

-Sobre tu segunda pregunta estamos en el que de niña era mi jardín favorito – escuchó una voz detrás de él, y Alec se volvió de inmediato sorprendiéndose bastante por la vista que lo saludó – y sobre la primera pregunta que hiciste: Emmet me llamó y me contó lo que le había sucedido a su amiga Samantha. Personalmente pienso que un pésame sincero no es algo que deba darse por teléfono así que por eso es que te pedí venir aquí.

El castaño tuvo que parpadear para terminar de creer quién era la persona que tranquilamente caminaba en su dirección.

-¿Amelia?

ALECTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang