XXVI

14 4 3
                                    


Desde su lugar en la barra alcanzaba a darse cuenta que las tipas en la mesa estaban siendo unas perras con Alec. No necesitaba escuchar las palabras groseras que le dirigían cuando era un buen lector de labios, y tampoco necesitaba estar cerca del castaño para darse cuenta de cómo los nudillos del hombre más joven se apretaban en su libreta para ayudarlo a mantener el control y no responder a las burlas e indirectas que la pelirroja de bote le soltaba envalentonada por la presencia del hombre de buena ropa que estaba sentado junto a ella.

Oh, pero bien sabía Emmet que cuando quería serlo Alec podía convertirse en un mentiroso de lo más competente y así, en lugar de perder los estribos y responder a los insultos, el castaño sólo sonreía y aceptaba cada palabra con una cordialidad que seguramente estaba poniendo a las dos perras los vellos de punta.

-¿Mesa difícil? – preguntó el pelirrojo una vez que su amigo se acercó a la barra para pasar su orden.

-Difícil se queda corto – siseó el castaño – pero sueñan si creen que voy a darles el gusto de que puedan quejarse con el gerente.

-Son de ese tipo entonces.

-¿Del tipo que busca crear problemas para que el mesero las insulte y al final les disculpen los tragos? Sí, lo son – confirmó Alec.

-Bien, entonces acaba con ellos. Después de todo ese tipo es tu especialidad.

El de ojos oscuros recogió sus pedidos con una sonrisa engreída en su rostro y regresó a las mesas que estaba atendiendo. Nuevamente Emmet no alcanzaba a escuchar cualquier cosa pero, desde su sitio y mirando entre las cabezas de los que acudían a sentarse a la barra, le era fácil notar los rostros cada vez más frustrados de las chicas cada vez que sus provocaciones chocaban con la hipócrita cortesía de Alec.

Casi una hora más tarde el castaño salió triunfante del encuentro y las dos mujeres de cabello teñido se marcharon del brazo de sus respectivas parejas, más la insufrible pelirroja no desperdició la oportunidad de insultar al castaño por una última vez, y esta ocasión las palabras que eligió fueron hirientes, venenosas y bastante bien dirigidas a una fibra especialmente sensible.

Y entonces pasó: el vaso aun medio lleno que había estado impasible en la mesa se volcó de forma repentina salpicando su contenido de forma violenta en la falda ceñida de la mujer y manchando con el rojo del Bloody Mary el blanco (antes) prístino de la falda satinada.

La mujer soltó lo que sin duda alguna era un chillido y salió corriendo siendo seguida de cerca primero por su amiga y más atrás por los hombres que les habían estado haciendo compañía.

Alec por su parte miraba asombrado, asombrado y complacido de que la casualidad decretara a su obscuro deseo cómo algo para hacerse realidad.

En cuanto a Emmet... bueno, él también estaba satisfecho y complacido, pero sus razones eran mucho más profundas que la simple diversión de ver manchada la ropa de una clienta desagradable.

ALECWhere stories live. Discover now