XVIII

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Era una rareza tener libre el sábado por la noche, y sabía también que esta vez su noche libre coincidía con la de Emmet, pero por una vez se había movido de manera deliberada para esquivar a su amigo.

Aun así y a pesar de que prácticamente había salido del trabajo huyendo de la presencia del pelirrojo (y sin atreverse incluso a llegar a su pequeño departamento para evitar el riesgo de encontrarse con él) no era con Emmet con quien estaba enfadado. No. El enfado de Alec no era ni con Emmet ni con nadie más que consigo mismo, porque era él quien prefería seguir huyendo antes que admitir aquello que sabía que era verdad.

Sólo que tenía miedo a todo: miedo a enfrentar el mundo, miedo a perder al mejor amigo que había tenido en la vida, miedo a decepcionar a su familia, miedo a hacer algo que provocara la ira de Bernard, la decepción de Joseph o las malas miradas de sus compañeros.

También – y si era honesto consigo mismo – tenía miedo de amar a Emmet: miedo de amarlo hasta el punto de centrar su vida entera en él, dejando de lado sus propios sueños y el resto de las ambiciones que por tantos años había estado cultivando.

Aunque es absurdo pensar eso – se regañó a sí mismo – Emmet nunca me pediría dejar de lado una parte de mí. Es más – una sonrisa cruzó su rostro – incluso tengo la sensación de que una de las razones por las que le gusto es porque soy tan terco y soñador.

Ese pensamiento calentó sus mejillas al tiempo que ahogaba un suspiro.

Y para variar, una repentina gota de humedad cayó en su rostro desviando así sus pensamientos.

De forma distraída Alec consultó su reloj: había salido de trabajar cinco minutos antes de las siete, de ahí tomó su desayuno en la cafetería a media calle del bar (una cafetería a la que Emmet nunca entraba, dicho sea de paso) y después decidió que un pequeño paseo por el parque cercado que estaba tan cerca le vendría bien. Eran exactamente las 8:34 y el castaño pensó que ya que se pronosticaba un día lluvioso tal vez no sería una mala idea pasar a un mini-súper y surtir su despensa antes de volver a casa.

ALECWhere stories live. Discover now