XXVIII

15 4 19
                                    


Para Alec el incidente del Bloody Mary derramado fue sólo eso: un incidente satisfactorio pero trivial, una coincidencia sin importancia y... y ya. Nada más. Nada a lo que dedicarle un segundo pensamiento.

Los incidentes que sucedieron los días siguientes fueron igual de triviales, igual de aleatorios e inofensivos... pero ya en conjunto, obligaron al castaño a dedicarles más de un segundo pensamiento.

Pero, para que esto se entienda es necesario hacer aquí el recuento de los sucesos:

Primeramente es necesario mencionar que Alec es una persona descuidada.

De ese tipo de descuidados que tienen bien puesta la cabeza sobre los hombros pues de no ser así la habrían perdido desde tiempo atrás. Llaves, billetera y hasta el bolígrafo (o mejor dicho bolígrafos) que utilizaba para anotar los pedidos de sus mesas: Todo, absolutamente TODO objeto pequeño que cayera en sus manos corría el peligro de perderse entre los bolsillos de su ropa para volver a ser encontrado sólo después de exhaustivas revisiones y a veces inclusive por otra persona que no fuese él... pero, por alguna extraña razón, a últimas fechas las plumas de Alec estaban siempre en su camisa cuando él quería anotar algo, la cartera del castaño no se escondía para obligarlo a hacer el ridículo en las filas al comprar café o comida rápida, e inclusive sus escurridizas llaves ahora salían a la primera búsqueda (ya sea de los bolsillos de su pantalón o de su abrigo) sin jugar el habitual reto de las escondidillas.

En otro punto, el apartamento de Alec era un sitio minúsculo y barato para vivir.

Y no, no era un sitio desagradable o incluso feo pero, si Alec no estuviese viviendo solo sin duda la estancia resultaría sumamente incómoda ya que sólo 36m2 daban cabida a una recamara, la sala de estar que compartía espacio con el comedor y una cocina abierta con sus gabinetes y el baño. Sin embargo el espacio pequeño no era el problema (vivía solo así que todo ese espacio era para él). No. El único verdadero problema que Alec tenía con su hogar era el de los vecinos porque justo en el departamento de arriba vivían dos hermanos a los que francamente nadie en el edificio les tenía especial cariño, pues eran esos dos del tipo que compra buenos equipos de sonido y en cualquier momento y cualquier día recibe en casa a amigos con los que arman fiestas con la música a todo volumen sin importar el momento o la hora.

Usualmente esas fiestas infernales no eran de la incumbencia de Alec, pues el castaño pasaba casi todas las noches de la semana trabajando fuera pero, cuando la casualidad hacía que su noche libre coincidiera con alguna fiesta, o cuando los inconscientes vecinos decidían probar sus nuevos equipos de sonido o casetes a las diez de la mañana entonces el castaño simple y sencillamente perdía el control de su temperamento, subía las escaleras y tocaba la puerta de sus adorados vecinos para "pedirles" que bajaran el volumen... cosa que ellos siempre decían que harían pero nunca hacían realmente.

Hablaremos aquí de un evento en específico: un jueves en el que Alec tenía la noche libre (a diferencia de Emmet) y, al salir del departamento del pelirrojo decidido a resolver sus propios deberes domésticos; así, había pasado su día entre compras y lavandería hasta que a las seis de la tarde llegó a su punto límite y se dejó caer sobre la cama totalmente desfallecido... pero a las once fue despertado por el sonido de música estruendosa y de personas brincando en su techo.

Con el cuerpo pesado y ojeras debajo de los ojos el castaño subió las escaleras, tocó (muy fuerte y varias veces) la puerta de sus vecinos y trató de poner su mejor sonrisa hipócrita cuando el mayor de los hermanos le abrió sosteniendo una cerveza en la mano.

-Hola, buenas noches – saludó – perdón que los interrumpa pero ya ven: es de noche y su música está demasiado fuerte. Podrían bajarle un poco y dejar de brincar como si quisieran tirar el edificio ¿no?

ALECOnde histórias criam vida. Descubra agora