XXIX

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Después de dos meses de estar juntos habían aprendido que había momentos en que su relación era intensa, pasional y demandante. Momentos en los que se encerraban en los labios del otro y se dejaban perder el control por completo dejando que su pareja los llevara a las nubes o le prendiera fuego a su sangre y a sus cuerpos...

Así y del mismo modo había momentos de gran carga emocional, momentos en que desenterraban y compartían con el otro ese tipo de secretos y de pequeñas (pero importantes) confesiones que a nadie más le podrían hacer, momentos en que dejaban su alma al desnudo para que el otro fuese quien la parchase, cobijase y protegiese...

Y por último, estaban los momentos domésticos.

Esos momentos tranquilos y cotidianos en los que simplemente se dedicaban a las labores del hogar, o a dar paseos cortos a las tiendas, o a pasar el rato con los amigos del trabajo o con la familia de Alec (ya que desde que Amelia se había mudado, Emmet ya no tenía más parientes en la ciudad o cerca de ella). Esos momentos tan absurdos y sin sentido que sin embargo tenían todo el sentido del mundo, pues en ellos era evidente la facilidad con la que ambos podían encajar uno en la rutina del otro de forma natural y sin esfuerzos.

En un momento ejemplo de estos últimos es que se encontraban ese día. Ambos en el sofá, con Alec sentado viendo la televisión y Emmet recostado en su pecho disfrutando de cómo los dedos del castaño cepillaban rítmica y suavemente los mechones (recientemente acortados) de su cabello rojizo.

Por supuesto esta no era la primera vez que el castaño se entretenía jugando con el pelo de su compañero pero en esta ocasión había algo ligeramente diferente en las caricias que le decía que las cosas no iban tan bien como de costumbre.

Emmet se sintió ligeramente inquieto; sabía que nada malo le había ocurrido a Alec recientemente (los pequeños incidentes de bebidas derramándose sobre clientes molestos, equipos de audio estropeados en el departamento de sus vecinos y llaves apareciendo en sus bolsillos no se clasificaban como algo "malo" en sus libros) pero aun así éste no parecía estar completamente a gusto.

-¿Qué es? – se decidió a preguntar finalmente, sin poder contener su curiosidad por más tiempo.

-¿Eh?

-Algo te molesta. Dime qué es.

-No es nada Emmet.

-Si no fuera nada no tendrías ese ceño fruncido. Dime ¿sigues inquieto por lo que sucedió con el estéreo de tu vecino?

-¿Qué? ¡No! No. En todo caso eso me tiene aliviado, así que no, no estoy molesto.

-¿Y entonces?

-¿Entonces qué?

-Dime qué es lo que te preocupa.

-No estoy preocupado, sólo... ¡olvídalo! Es una soberana tontería.

-Alec, las cosas que te preocupen nunca van a ser una tontería para mí. Ahora dime lo que te sucede.

-Emmet – el castaño rodó los ojos – yo ni siquiera estoy preocupado y tú estás haciendo una tormenta en un vaso de agua. Pero, ya que tanto quieres saber pues bien – tomó aire, suspiró y dijo –: la verdad es que no me gusta que te hayas cortado el cabello.

Emmet le dirigió al otro una mirada en blanco.

-¿Ves? Te dije que era una tontería.

-Tú... ¿no te gusta mi corte de pelo?

-No es nada contra tu corte de cabello – aclaró el otro – de hecho ese estilo se te ve bien.

-Ya no entiendo – admitió el pelirrojo confuso.

-Es que yo... bueno, el corte de pelo se te ve bien, no es nada en contra de la forma del corte pero... pero lo que me disgusta es que te hicieras un corte. Mira, sé que es tonto pero ya me había acostumbrado a acariciarte el cabello y ahora está más corto y eso es...

-¿Eso es...?

-Algo frustrante – admitió el castaño con vergüenza.

-¿Eso es todo? ¿En serio?

-Sí.

-Bien. Entonces puedo dejarlo crecer si quieres – ofreció.

-¿Disculpa?

-Mi cabello. Dices que te gusta acariciarlo desde la raíz hasta las puntas, y yo personalmente no lo dejo crecer demasiado porque me molesta cuando comienza a meterse en mis ojos pero si esto es un problema entonces puedo dejarlo crecer por un tiempo y ya cuando comience a molestarme lo amarro con una cinta. No hay mayor problema.

-Emmet... sí, tienes un cabello hermoso y me gusta acariciarlo pero, no sé si tengo el derecho de pedirte algo así.

-Alec, estoy ofreciendo libremente. Ahora di ¿quieres que lo deje crecer?

-Sí.

-Entonces está decidido – se revolvió ligeramente para poder picotear los labios del castaño – y sinceramente cuando se presenten este tipo de cosas que te molesten quiero que me lo digas ¿de acuerdo?

-¡Qué exagerado! Realmente no entiendo por qué te esfuerzas tanto en cumplir mis caprichos – reconoció el hombre más bajo con una sonrisa.

-Sencillo: porque quiero que elijas quedarte a mi lado para siempre, sólo por eso.

-"Para siempre" suena tentador – respondió Alec repentinamente solemne –, sigue actuando de esta forma y sin duda vas a conseguir que quiera quedarme contigo el resto de mi vida.

-Eso está bien para mí.

Y con los labios del pelirrojo cubriendo los suyos Alec sintió como las cosas pasaban de "domésticas" a "intensas" en sólo cuestión de segundos.

ALECWhere stories live. Discover now