XVII

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-Estás jugando – decretó Alec por el auricular del teléfono y su tono de voz no dejaba lugar a dudas del enfado que sentía.

-No. De hecho no es así.

-Emmet yo... ¡Dios! ¿Cómo rayos puedo decírtelo?

-¿Decirme qué? ¿No te gustan las rosas? Bueno, ya que no tuve tiempo de cocinar este viernes me pareció que un ramo de flores sería lindo, pero si no te gustan las rosas puedo pedir flores diferentes la próxima vez. ¿Magnolias tal vez?

-Emmet ¡no soy una mujer!

-Evidentemente lo sé. Alec, disculpa la franqueza pero sabes que no te encontraría atractivo si no tuvieras esas ciertas partes que las mujeres no tienen.

-Emmet: a mí no me gustan los hombres.

Una risa amarga se escuchó a través de la línea.

-Sabes, aconsejaría que sigas repitiéndotelo hasta que lo creas de verdad, pero sé por experiencia propia que eso no sirve de nada.

Verdaderamente molesto Alec colgó el teléfono de un golpe y cayó de sentón en el sofá con los dientes apretados y una tira de tela envuelta alrededor de su mano sangrante.

¡Maldito sea Emmet! ¡Y maldito sea también el hermoso (y espinoso) ramo de rosas rojas que el cabrón le había enviado!

ALECWhere stories live. Discover now