XXIV

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Para todos los planes, suposiciones y esfuerzos que había hecho, Emmet en realidad no había esperado que Alec se lanzara a su cama (o más bien lo invitara a lanzarse a su cama ¿verdad? Bueno, simple cuestión de tecnicismos) de una forma tan directa y repentina.

Tampoco esperaba que las cosas entre ellos progresaran tan rápido como para llevarlos a la intimidad la misma noche en que formalizaban su relación...

Aunque aclaremos que no se estaba quejando.

No, para nada era una queja.

En realidad, al respecto de Emmet, despertar desnudo y con Alec pateando las cobijas hacia el piso era una buena forma de comenzar cualquier día, y si el castaño roncaba muy suavemente cerca de su oído eso era algo más tierno que molesto.

Sólo que (para su enorme queja y desgracia) en realidad ni sus clientes ni su estómago (y casi seguramente tampoco su jefe) iban a permitirle quedarse acostado así el resto de su vida, por lo que con enorme cuidado de no despertar al hombre más pequeño, el pelirrojo se desenredó suavemente de la sábana en la que se había envuelto y sacó sus extremidades de su sitio cálido entre el cuerpo del otro.

Se puso en pie, metió las piernas en las mangas de sus pantalones, comenzó a dirigirse a la cocina y ya a medio camino cayó en la cuenta de que no llevaba sus lentes, por lo que rápidamente regresó por ellos y salió ahora sí de la habitación cuidando expresamente de no azotar la puerta.

Una vez llegó a la cocina comenzó a buscar con qué trabajar pues, siendo Alec el terrible cocinero que era, "surtir la despensa" en su vocabulario solía significar "comprar cenas congeladas, latas de sopa, cajas de cereal y tal vez alguna comida enlatada diferente a las que solía darle Joseph". Había pocas cosas frescas con las que preparar una comida decente y el castaño en realidad no parecía tener problemas viviendo con una dieta así.

Para Emmet el asunto era distinto y, al contemplar las alacenas (medio) llenas de filas de latas, la nevera casi vacía más allá de algunas sobras y cartones de leche y jugo, y el cartón de huevos con sólo una última pieza, su ceño se frunció mientras pensaba en cómo rayos podría preparar una comida decente con eso.

-Ayer compré dos cenas de pollo y siempre podemos calentar unas latas de sopa – escuchó la voz de Alec – pero si eso no te llama la atención podríamos pedir una pizza o salir a comer después de la ducha.

-Con el hambre que tengo prefiero mil veces las latas de sopa y la horrenda cena congelada – declaró el pelirrojo volviéndose para encontrar que el castaño había llegado a la mesa vestido únicamente de bóxeres y con la camisa desabrochada – pero creo que haré de una de mis primeras prioridades asegurarme de que tu despensa se surta de forma decente – añadió de forma distraída.

-¿Todo con tal de no tener que sufrir a causa de mis habilidades culinarias?

-Todo con tal de no tener que sufrir a causa de tu falta de habilidades culinarias – corrigió – pero también lo digo por tu bien. Honestamente Alec, creo de forma sincera que deberías mejorar tu dieta aunque sea un poco.

-Mmm... conociéndote vas a tomar cartas en el asunto, pero no me quejo – respondió a mitad de un bostezo.

-Bien.

Con diligencia, Emmet comenzó a descongelar la comida y a calentar la sopa mientras el castaño se retiraba al baño para ducharse. Para cuando la comida estaba completamente lista ambos estaban completamente vestidos y tomaban sitio uno junto al otro en la pequeña mesa de la cocina/comedor/sala de estar del departamento de Alec.

-Alec... - desde la conversación sobre qué comer, era la primera vez en el día que se escuchaba la voz del pelirrojo.

-¿Sí?

-Lo que pasó entre nosotros... ¿Te sientes bien con eso?

Por un momento los cubiertos del castaño se detuvieron pero, apenas unos segundos después volvieron a su ritmo de corte sereno y suave.

-No voy a salir huyendo otra vez, si es que esa es tu verdadera pregunta. Pero ¿y tú?

-¿Yo qué?

-No sé, después de todo lo que te esforzaste para llevarme a la cama ¿te arrepientes ahora? ¿O te sientes decepcionado o...?

-¡No seas absurdo Alec! – replicó Emmet con un tono que dejaba en claro lo ridícula que le sonaba esa pregunta.

-Está bien, sólo era una simple confirmación. Después de todo, tú fuiste quien trajo el tema a colación.

-Sí... supongo que tienes razón en eso.

Los ojos del castaño pasearon sobre él sin apenas una pizca de discreción.

-De todo lo que alguna vez imaginar – habló Alec – nunca se me pasó por la mente que serías el tipo de sujeto que se comporta con timidez después de pasar la noche.

Y aunque lo dijo con una sonrisa traviesa no resultaba imposible detectar el dejo de preocupación que se escondía debajo de sus palabras.

-¿Tímido yo? ¡No! por supuesto que no soy de ese tipo... o por lo menos no lo soy con otras personas – eso último lo susurró tan bajo que el castaño apenas y lo escuchó.

-¿Y entonces qué pasa? Emmet, después de todos los regalos y el comportamiento terco imaginé que harías una fiesta o algo así cuando aceptara estar contigo pero ahora luces preocupado.

-¡No digas tonterías! ¡Por supuesto que quiero hacer una fiesta! ¿Acaso no es evidente que estoy feliz de que finalmente hayas correspondido mis sentimientos?

-Sí – respondió el castaño – puedo ver sin esfuerzo el brillo en tus ojos.

-¿Y entonces?

-No sé... sólo... no. Olvídalo, seguramente son sólo ideas tontas en mi cabeza.

¡Oh Alec! – Pensó el pelirrojo con dulzura – la verdad es que ni siquiera te das cuenta de lo bien que me conoces, de la facilidad con la que puedes leerme ¿verdad?

-Puede que sí tenga algo en mente – aceptó finalmente el pelirrojo.

-¿Sí? ¿Y qué es?

-Sí bueno, ahora que estás conmigo ¿qué voy a hacer con todo el cacao que compre para preparar tus chocolates de las próximas tres semanas?

La frase inesperada hizo reír al castaño.

-Puedes preparar esos chocolates – respondió sólo medio en broma – puedes prepararlos y...

-¿Y?

-Y podemos comerlos juntos.

-Me gusta esa idea.

Y si para Alec resultaba evidente que su pelirrojo estaba mintiendo en realidad optó por no presionar más al respecto, pues su amistad de esos años le había dado la experiencia para saber que lo que sea que Emmet tenía que decir era más probable que lo explicara si se dejaba descansar y expresarse a su propio tiempo que si se insistía en presionarlo.

Así, el resto de la comida transcurrió en silencio pero una vez se recogieron y lavaron los trastes los dos nuevos amantes decidieron que acurrucarse en el sillón no les haría daño. Eran casi las cinco cuando Emmet debió reconocer con pesar que tenía un compromiso y que si no se daba prisa en ir a su propio departamento a ducharse y cambiarse no lograría llegar a tiempo. Con igual mal humor Alec se vio obligado a admitir que también él había dejado de lado el planchado de la ropa y la visita a la lavandería por pasar el día con su pelirrojo pero eso no les impidió a los nuevos amantes prometer que se verían para compartir el desayuno en casa del hombre más alto.

ALECWhere stories live. Discover now