XIX

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Alec había salido del mini-súper a las 9:28. Actualmente eran 9:43 y sin embargo el chico se encontró paseando de nueva cuenta por los senderos del parque. Sus acciones eran tontas y lo sabía, pero a pesar del sueño que tenía y de que una buena lista de quehaceres lo esperaba en casa, había algo que lo impulsaba a quedarse ahí en ese parque.

Como impulsado por algo que él mismo no podía precisar qué es lo que era, el castaño tomó las dos bolsas de sus compras con fuerza y buscó un banco en el que sentarse. Había uno que estaba vacío cerca de él, pero sentarse en ese banco parecía... ¿incorrecto? Sí, aunque no entendía realmente porqué sabía que ese no era el banco indicado así que el chico continuó caminado por varios minutos hasta llegar a una sección que por estar más alejada de las entradas principales solía tener poca afluencia.

9:52.

No había nadie más a la vista, sus pies estaban cansados, y también sus parpados pesaban después del turno nocturno de diez horas. Las bolsas en sus manos se sentían como lastres y las nubes en el cielo anunciaban que no faltaba mucho para que comenzara a llover, pero cuando el castaño dio una vuelta más detrás de un árbol especialmente frondoso un banco vacío (tan vacío como tantos otros que había pasado en el camino) llamó su atención y, rindiéndose al cansancio Alec se dejó caer pesadamente sobre él, acomodando sus bolsas a un lado.

9:57.

Un dolor en su mano palpitó levemente y sólo entonces se dio cuenta el mesero de que el pinchazo que el día anterior se había hecho con las espinas de las rosas volvía a sangrar. Eso era algo extraño... tan extraño.

Pero nada a lo que dedicarle un segundo pensamiento.

9:58.

Sin pensar en lo que hacía llevó el dedo sangrante a sus labios y comenzó a limpiar la herida con la lengua: el sabor de la sangre en su boca era desagradable pero el dolor disminuía rápidamente y eso era lo importante. Por otro lado, comenzó a sentir como algo dulce se colaba en sus papilas gustativas y en cuanto comenzó a saborearlo sus parpados pesaban ahora más que nunca y cuando cerró los ojos por un momento se sintió flotar, como si el suelo bajo sus pies e inclusive el banco en que se apoyaba su cuerpo hubiesen dejado de existir.

9:59.

Paz y silencio. El mundo se había reducido inexplicablemente a paz y silencio y de pronto cualquier preocupación en su mente dejaba de ser importante. Nada importaba: ni el cansancio del día, ni sus clientes borrachos, ni la policía que había regresado al bar preguntando por otra chica desaparecida. Inclusive sus propias inseguridades sobre algo que no podía recordar bien qué era eran ahora un simple recuerdo.

10:00.

Abrió los ojos y el mundo volvió a existir: los sonidos de vehículos en la lejanía y pájaros en los árboles regresaban a la vida, los oficiales de policía volvieron a ser tan irritantes como siempre y el cansancio de su cuerpo regresó también, haciendo que los pies y la cabeza de Alec lo regañaran por perder el tiempo en el parque briznoso a las diez de la mañana en lugar de estar en la cama caliente de su propio departamento.

¡Suficiente aventura por un día! – Pensó el castaño – Es hora de irme.

Pero cuando ya comenzaba a sujetar sus bolsas para ponerse de pie, alguien más llegó y se sentó en el banco junto a él.

-¿Ya te vas Alec?

La persona que hablaba era un hombre con un rostro familiar, una voz familiar y también le hablaba con confianza y familiaridad. Y Alec lo conocía. Sí. Estaba seguro de que ya antes se habían conocido pero... pero...

ALECWhere stories live. Discover now