XXXIV

7 1 0
                                    


Después de un breve periodo de gracia en el que su estómago (por fin) dejó de rebelarse en contra de los alimentos de forma impredecible, Alec se sentía malhumorado.

(Tal vez no era para menos dado que sufría de jaquecas casi a diario, su cuerpo estaba pesado e inclusive había momentos en los que le costaba mantenerse en pie hasta el final del turno.)

Algunos días eran peores que otros, pero aun así ninguno había sido tan malo como para obligarlo a ausentarse del trabajo y, ciertamente no podía ser algo tan malo si las pruebas y estudios que le hacían los doctores continuaban sin arrojar resultados (o por lo menos eso es lo que se decía a sí mismo para evitar preocupaciones).

En cuanto a Emmet, el pelirrojo trataba en todo momento de facilitar las cosas a su compañero, y eso Alec lo agradecía con toda el alma ya que sin la ayuda del otro estaba seguro que no habría sido capaz de comer adecuadamente ni mantener medianamente limpia su casa.

Sin embargo, había cosas en las que nadie podía intervenir, y su trabajo como mesero era una de esas cosas.

-1 Bloody Mary, 1 Alexander y 2 Mai-Tai – pidió a George.

-¿Mai-Tai? Qué específico. ¡Trabajando! – y mientras mezclaba el Ron para los Mai-Tai – Oye Alec ¿no crees que deberías tomarte una noche de descanso? – Agregó el zumo de limón a la coctelera – sabes que no me gusta meterme en los asuntos de otros pero – sirvió la bebida y colocó piña y hojas de menta sobre ella – la verdad luces terrible.

-Tal vez pida un día de descanso la próxima semana – prometió mientras el barman comenzaba la preparación del Alexander – pero por ahora no creo que al jefe le haga gracia la petición de días libre, y además debo ir a recoger los vasos de la mesa 6.

Y justo eso se dirigía a hacer cuando Emmet llamó su atención con un gesto.

-De mi parte para la belleza en la mesa 3 – le dijo depositando un "Rose" en su charola.

Sumamente curioso (en especial porque la última vez que había revisado esa mesa no había habido nadie en ella) el castaño se apresuró a llegar a la mesa 3 y encontrar que Samantha estaba aún acomodándose en el asiento.

-Cortesía especial de nuestro barman con lentes funcionales – dijo depositando la bebida frente a la mujer y tomándola por sorpresa.

-¡Ah! ¡Hola Alec! Gracias. Y dale las gracias a Emmet por favor.

-No te has dejado ver por aquí en los últimos tiempos – comentó el mesero repentinamente inquieto porque Samantha no levantaba la cabeza en su dirección y eso era algo sumamente extraño en ella.

-Sí, ya ves. Will no ha tenido tiempo últimamente y tampoco le hace mucha gracia cuando salgo sola.

-Una verdadera lástima.

-¿Sí, verdad?

Dada toda la gente que había que atender, Alec debería de haberse apresurado a dejar el trago y luego irse a dejar el resto de sus pedidos, pero algo en la expresión de la mujer lo hizo querer detenerse un momento para observar a su amiga con más detenimiento.

-¿Alec?

-Samy ¿estás bien? No lo digo por ofenderte pero luces algo... no sé... apagada.

-El burro hablando de orejas ¿no? – replicó ella en tono agrio.

-Sí, supongo que tienes razón.

De pronto el castaño ya no estaba tan contento de ver a su amiga y Samantha debió darse cuenta de eso porque se apresuró a disculparse.

-No yo... lo siento Alec, eso fue grosero.

-No te preocupes, supongo que también yo fui demasiado directo.

-Entonces dejémoslo así.

-Samy mira, ahora tengo mucho trabajo pero si alguna vez necesitas algo la puerta de mi casa siempre está abierta para ti.

-Gracias Alec.

-Perfecto, entonces si no necesitas algo ahora...

-Sí. En realidad sí.

-¿...?

-Yo... en realidad...

-¿Sí?

-¡Quiero pedirte un favor! – exclamó ella con urgencia.

-Bien. Te escucho.

-Yo... esto es bastante cobarde – dijo con una sonrisa amarga – pero Gabriel me regaló esto hace unos meses – sacó de su bolsa una cadena con el colgante de una estrella – a Will no le hace nada de gracia que lo conserve pero no quiero tirarlo.

-Entonces...

-Yo... he querido devolvérselo a Gabriel en persona pero...

-Pero no has tenido el valor de hacerlo – comprendió el castaño.

-No. Alec, sé que es algo bastante malo que te pregunte si puedo pedirte que se lo des en mi nombre pero...

-Lo haré – respondió él – si me lo pides lo haré, pero, tú deberías hacerlo.

-Lo sé.

-...Mira, yo no soy quien para juzgarte – dijo extendiendo su mano – pero creo que tanto tú como él son lo suficientemente maduros para tratar con algo como una confesión que no salió bien.

-Yo... gracias en verdad, Alec – murmuró la chica depositando la cadena en la mano de del castaño – pero honestamente no creo que ni él ni yo estemos listos para tratar con esto.

-Samy...

-Ya debo dejarte trabajar ¿no?

-Sí – reconoció con un suspiro – supongo que sí.

Y en verdad que Alec no deseaba otra cosa que estar equivocado en sus pensamientos, porque cuando Samantha se había movido para entregarle la cadena estaba seguro de haber visto marcas obscuras en la piel de su muñeca que por un momento le hicieron pensar en la huella de una mano que había apretado esa zona con fuerza.

ALECWhere stories live. Discover now